HISTORIA DEL RELOJ


Alfredo el Grande, rey de la antigua Inglaterra, nunca había visto un reloj. Dícese de él que tenía la costumbre de consagrar ocho horas diarias al trabajo, ocho al descanso y ocho al recreo y satisfacción de sus necesidades y de su bienestar corporal; y que para poder darse cuenta del tiempo que invertía, mandó fabricar unas bujías, que duraban un lapso fijo; de este modo sabía cómo pasaban las horas.