Tomás Alva Edison y su admirable bombita incandescente


Las lámparas de arco fueron sustituidas, en el alumbrado, por las bombillas incandescentes. Aunque también funcionan con electricidad, se basan en un principio distinto al de las lámparas de arco.

El principio en que se fundan es muy simple: cuando una corriente eléctrica atraviesa un cuerpo, éste se calienta. Si se calienta mucho, puede llegar a emitir luz. El problema más difícil es encontrar sustancias que sean capaces de llegar a una temperatura lo suficientemente alta como para emitir luz sin fundirse.

Durante años los físicos probaron miles de sustancias distintas. Encontraron primeramente que un hilito de carbón era capaz de dar luz durante algunos segundos sin fundirse. Claro está que era muy poco tiempo para ser utilizado en el alumbrado. Sin embargo, en 1876, Joseph Wilson Swan consiguió fabricar una bombilla eléctrica que pudo brillar por algunos minutos; para ello colocó el hilo de carbón dentro de una bombilla de vidrio e hizo el vacío. De esta manera consiguió eliminar en gran parte el oxígeno, que es lo que provoca la rápida combustión del carbón.

Fue entonces cuando comenzó a trabajar en este problema el célebre inventor Tomás Alva Edison, llamado el Mago de Menlo Park, por la gran cantidad de inventos que realizó. Por espacio de más de dos años, y secundado por doscientos ayudantes, experimentó con cuantas sustancias tenía a su alcance. Buscó por todo el mundo, incluso en la India, la clase de sustancia más adecuada para la fabricación del filamento de la bombilla. Por fin pudo construir una bombilla que, teniendo filamentos de celulosa bien estirados, podía dar luz durante 45 horas, con un brillo equivalente al de 10 bujías.

En 1904, el célebre físico estadounidense Coolidge resolvió el problema adoptando filamentos hechos con un metal llamado tungsteno, que es el que actualmente se usa. Con él se obtiene una luz blanca y agradable; además rinde seis veces más luz, con el mismo consumo de energía, que la obtenida con las lámparas de Edison.

Fue también un físico estadounidense, Irving Langmuir, el que introdujo otra modificación muy importante en las bombillas incandescentes. En tanto que, si arrojamos al suelo o contra una pared una de las bombillas en cuyo interior se ha hecho el vacío, ésta explota, en las bombillas que creara Langmuir tal cosa no ocurre. Este eminente estudioso, cuya labor científica tuvo la merecida recompensa del otorgamiento del premio Nobel de Química en 1932, fabricó un tipo de bombilla en que el vacío es reemplazado por un gas denominado argón. Éste fue el descubrimiento de Langmuir: la presencia de ese gas hace que disminuya notablemente la evaporación del filamento y, como consecuencia, las bombillas tienen una duración mucho mayor que la de las bombillas anteriores, cuyos filamentos se encienden en el vacío.