DIESEL: HISTORIA DE UN MOTOR


Desde fines del siglo XVII el hombre procuró obtener una máquina capaz de transformar el calor en energía útil y en movimiento. Así, entre los años 1678 y 1687, Hautefeuille, Huygens y Papin, cada uno aisladamente, construyeron motores de explosión alimentados a pólvora, que si bien alcanzaban a producir energía, no lograron imponerse debido a lo peligroso de su manejo.

Casi cien años habrían de transcurrir antes que los italianos Eugenio Barsanti y Félix Matteucci inventaran el primer motor de combustión interna, en 1854. La máquina era de tipo vertical, de pistón libre, y utilizaba como fuerza de impulsión la que producía la inflamación de una mezcla de gas de alumbrado y aire. Poco después, en Bélgica, Lenoir patentaba un motor similar al de sus colegas italianos, pero con la novedad de recurrir a la chispa eléctrica para producir la inflamación de la mezcla impulsiva. Fue el primer motor de combustión interna que alcanzó a difundirse en forma relativamente extensa, en Europa, aunque su rendimiento era bastante bajo.

Estaba reservado a los alemanes Augusto Otto y E. Langen, inspirados en el motor Barsanti, el éxito más notable de la época (1876) en la construcción de motores de combustión interna, utilizando la mezcla de gas y aire. Introduciendo al prototipo Barsanti una serie de modificaciones racionales, al poco tiempo la difusión de la máquina motriz Otto era universal, a tal punto que hubieron de montar una fábrica en Deutz, localidad próxima a Kohln, en Alemania, desde donde los motores Otto-Deutz invadieron prácticamente las fábricas de todo el mundo.

Otros precursores unieron luego su nombre al de estos esforzados ingenios: Beau de Rochas, inventor del motor de cuatro tiempos, fundamento de la mayor parte de los motores de gasolina que hoy se emplean; Daimler, que en 1882 ideó el primer motor de tamaño reducido, aplicable a la tracción por carreteras; Benz, que produjo uno similar casi al mismo tiempo que Daimler.