La espírea, la cereza áspera y el quelone o cabeza de tortuga


Cerca de la ruda, se encuentra frecuentemente en las praderas la espirea, arbusto de gran tamaño, cuyas esbeltas ramas se inclinan por el peso de los racimos de flores que adornan sus extremos. Los capullos de las florecillas son de color rosa, y palidecen al abrirse la flor, que semeja una miniatura de la del manzano. Este arbusto puede ser trasplantado con gran facilidad a los rincones húmedos de los jardines, donde produce lindísimas flores.

Con el nombre de cereza áspera se conoce cierto arbusto perteneciente a la misma familia que la espirea, la de las rosáceas, el cual tiene pequeñas flores blancas, parecidas a la de! manzano, pero dispuestas en forma de racimos planos. Sus hojas son ovaladas, con los bordes recortados como dientes de sierra. Alcanza aproximadamente un metro de altura, y se lo encuentra con frecuencia con sus raíces en el agua. Hacia fines de verano aparecen sus ramitas cargadas de drupas rojas o casi negras. Los indios de Norteamérica comían esta fruta algunas veces, a pesar de que es tan seca y áspera que resulta difícil de tragar.

A orillas de los pantanos, en determinadas regiones de América, se ven con frecuencia grandes manchas de color blanquecino, las cuales no son otra cosa que grupos de quelones. Los esbeltos tallos, con sus lustrosas hojas colocadas dos a dos, están coronados por gruesas y macizas flores de forma especial, que ofrecen gran semejanza con la cabeza de una tortuga, y también con la boca de dragón o conejito, con la que tiene la quelona estrecho parentesco. Pero en lugar de ser oscuras y rizadas, o de brillantes matices, presentan estas flores color blanco azulado como la porcelana; sólo hacia las lanudas bocas tienen algunos tonos delicados de color de la rosa purpúrea.