Los cultivos en invernáculos y las plantas en el hogar


Las plantas carecen de protección contra las heladas o contra los abrasadores rayos del sol, y necesitan la lluvia, la luz y el calor solar para prosperar. Todo esto debemos tenerlo en cuenta cuando cultivamos plantas en casa. Un invernáculo es, evidentemente, el lugar más adecuado para el cultivo de plantas en locales cerrados; pero no podemos convertir nuestros hogares en invernáculos, porque los muebles se hincharían, no sería posible abrir las puertas y hasta nuestros trajes se cubrirían con moho y aparecerían verdes. Debemos, pues, ver la forma de acondicionar las plantas sin hacer inhabitables las casas.

De todas maneras, una visita a un invernáculo nos será muy provechosa. Veremos que allí se regulan el calor, la luz solar y la humedad. También observaremos que se entoldan los vidrios o se recubren con hojas de palmera durante la temporada más rigurosa de calor, para evitar que las plantas perezcan abrasadas por la luz del sol, por resultar su efecto muy aumentado al atravesar un vidrio.

En general, no obstante, la luz es lo primero que necesitan las plantas, y sin ella amarillean y mueren. Esto se relaciona con uno de los más grandes secretos de la Naturaleza, aún no aclarado enteramente: el secreto de la clorofila, la materia colorante verde de las plantas. La gran mayoría de los vegetales debe tener, para poder prosperar, un saludable color verde, y la clorofila necesita, a su vez, la luz del sol. Se debe, pues, proporcionar a las plantas suficiente luz para que sus hojas permanezcan verdes.

La mejor forma de lograr esto es poner las plantas, en general, cerca de una ventana. Las favorecerá tanto esa proximidad, que volverán sus hojas, al cabo de pocos días, hacia la ventana, y si hacemos girar la maceta, pronto volverán las hojas su faz hacia la luz.

Vamos a citar cinco plantas que pueden ser cultivadas en casa, con bastante facilidad.

La siempreviva china es una planta débil y trepadora que si bien carece de flores vistosas, se cultiva por sus finas y satinadas hojas. Un pequeño trozo de tallo, con dos o tres hojas, se desarrollará en agua hasta alcanzar la altura conveniente. Se introduce el extremo del tallo en una vasija Masón llena de agua en sus tres cuartas partes, elemento que se agregará a medida que se evapore. Cuando la planta empieza a desarrollarse, se la mantiene erguida por medio de una cuerda o alambre.

Los filodendros constituyen un grupo de plantas muy apreciadas para la decoración de interiores, galerías, etcétera. Comprenden numerosas especies originarias de América tropical y subtropical. Probablemente una de las más bonitas es la oriunda de Colombia, de la cual no se conoce la inflorescencia; es una planta trepadora, con raíces adventicias, tallos largos, y hojas coriáceas de hasta ochenta centímetros de longitud, de color verde brillante, con reflejos rosados en las jóvenes y dorados en las más viejas.

La especie originaria de Brasil que se conoce vulgarmente con el nombre de guaembé es una planta epifita, con largas raíces adventicias, hojas que alcanzan hasta un metro, muy partidas y recortadas, y flores reunidas en una inflorescencia con un eje carnoso, llamada espádice, que se encuentra rodeada por una hoja transformada o bráctea, que recibe el nombre de espata, la que en este caso es verde por fuera y blanca por dentro. Se cultiva esta planta como ornamental, por sus frutos comestibles, y porque de ella se obtienen fibras textiles.

Los cactos son plantas típicas del desierto y, por tanto, requieren abundante luz solar. Como es lógico, y en contraste con los cactos gigantescos del desierto de Arizona o del noroeste de Argentina, los que cultivamos en casa son de pequeño tamaño, semejantes a almohadones espinosos unos, y a lápices, también espinosos, otros. Muchos tienen penachos blancos y todos son punzantes, por lo cual hay que manejarlos con guantes. Crecen mejor en suelo arenoso y con poca agua. Conviene regarlos cada dos semanas durante la época fría y una vez por semana el resto del año. Todos tienen bellas flores, pero exigen, para florecer, abundante luz y poca agua. En verano se sacan las macetas al jardín, pero en invierno se tienen dentro, para proteger los cactos de las heladas.

Las violetas africanas, bellas plantas del África tropical, no son verdaderas violetas, como las que se encuentran en los bosques en primavera, pero sus flores son semejantes a las de aquellas, y tienen hojas cubiertas de pelusa. No viven con excesiva humedad; deben regarse cada cuatro o cinco días.

La violeta africana dura uno o dos años, pero podemos tener nuevas plantas introduciendo un pecíolo, unido a su hoja, en arena pura; la arena debe mantenerse húmeda, y protegido todo con una tapa de vidrio, hasta que nazcan nuevas plantitas de las hojas. Oportunamente, se trasplantarán las nuevas plantas a macetas con buena tierra. Como las violetas africanas proceden de la jungla, no las favorece la luz solar directa.

La aspidistra conocida también con el nombre vulgar de oreja de burro, pertenece a la misma familia que el muguet, la de las liliáceas. Rara vez florece en el interior de las casas. Es la más resistente de todas las plantas verdes; tolera la sequía, la semioscuridad, las corrientes de aire frío e incluso el humo y el polvo. Debe regarse cada pocos días; no resiste, sin embargo, las heladas. Es una planta herbácea, con rizomas; sus hojas son duras, largas y coriáceas, de tono verde muy oscuro, y sus flores tienen color pardo rojizo. Es originaria de la China.

Las plantas indicadas anteriormente, con excepción del cacto y de la violeta africana, carecen de flores vistosas. Sin embargo, hay flores que se pueden cultivar en casa para embellecerla en invierno. La Naturaleza nos proporciona plantas con ricos bulbos en los que se almacena el alimento. Si se plantan al aire libre, la mayoría de estos bulbos no florecen hasta la primavera, pero pueden adelantarse la floración cultivándolos en un lecho de guijarros y agua, en el interior de la casa. Los bulbos más indicados para este objeto son los de narciso y jacinto.

La simple visita a un invernáculo nos enseñará que las viviendas humanas no son el lugar más adecuado para el desarrollo de las plantas, por ser aquéllas, en general, excesivamente calurosas y secas. El alféizar de la ventana de la cocina, o un estante sobre el mismo, suele ser el lugar más indicado para su cultivo. En efecto, en la cocina suele haber una atmósfera húmeda, procedente del agua hirviente utilizada en la preparación de nuestras comidas. E incluso si en el resto de la casa hay calefacción, la cocina tiene gran parte del día una temperatura inferior.

Las plantas que crecen en el campo suelen obtener de la lluvia toda el agua que necesitan. Por tanto, las plantas cultivadas en casa, en macetas, tiestos o invernaderos, deben regarse cada pocos días, e incluso a diario, si el ambiente es cálido y seco. Claro que si las regamos con exceso pueden enfermarse. Conviene tener presente que cuando los días son cortos, el crecimiento de las plantas es bastante escaso y absorben poca agua del suelo, como puede comprobarse observando la tierra.

Al acercarse la primavera, las plantas se muestran más activas y aumenta la cantidad de agua que necesitan. Todo esto debemos recordarlo si queremos cultivar plantas en nuestra casa, procurando ayudar en todo lo posible a la Naturaleza.