Un puñado de barro que contenía quimientas especies distintas de semillas


Como hemos dicho, ciertas semillas están dotadas de picos curvos, a modo de anzuelos, y con facilidad se enganchan en el pelo de los mamíferos o en las plumas de las aves, que las llevan a grandes distancias. No sólo trasladan semillas las aves, sino pedazos de hierbas acuáticas adheridas a sus patas, y todos sabemos que muchas de ellas emigran a países muy lejanos. Algunas de éstas cayeron en manos de un sabio naturalista, quien les quitó cuidadosamente el barro que tenían pegado a las patas, y con él obtuvo gran número de plantas, cuyas semillas estaban en dicho barro.

Para demostrar la facilidad con que las aves recogen las semillas que hay a flor de tierra en los bordes de los pantanos cenagosos, sobre todo en tiempo lluvioso, cuando se ha removido bien la tierra, cogió el mismo sabio tres cucharadas de barro de un pantano y lo echó en una maceta. En breve germinaron varias semillas, y el naturalista arrancó las plantitas, cuando estuvieron suficientemente desarrolladas para poder precisar a qué especie pertenecían, a fin de dejar sitio a las demás. Fue contando las que germinaron, y halló que, de aquella ínfima cantidad de barro, había obtenido nada menos que 537 plantas de diferentes especies. No podemos atravesar pradera ni bosque, en verano o en otoño, sin que se adhiera a nuestro vestido o calzado gran número de semillas; y, aunque muchas de ellas pronto se desprenden, encontraremos todavía varias al llegar a casa. Y hasta las que se caen a medio camino sirven los intereses de la planta, porque germinarán en terreno más espacioso y tal vez más favorable a su desarrollo que aquél donde las hallamos.