El águila pescadora, y su enemiga, la de cabeza blanca


Una gran ave de rapiña, que vive en todo el antiguo continente y en América del Norte, es el águila marina llamada pescadora, balbusardo o halieto. Es un águila muy robusta y hermosa que se alimenta de peces, que caza con gran destreza, dejándose caer como una centella en el mar, los lagos o los ríos caudalosos, en cuyas proximidades habita. Donde encuentra protección, no sólo procrea mucho, sino que se vuelve mansa hasta el extremo de construir su nido en plataformas montadas sobre estacas. Como jamás desbarata este nido, y antes, por el contrario, lo agranda y repara cada año, llega a veces a alcanzar el tamaño de una carreta cargada. Fabrícalo con ramas, y muchas veces, entre su rústica estructura exterior, suelen anidar los mirlos, reyezuelos y otras aves, los que ponen huevos e incuban sus pequeñuelos sin que el águila pescadora les cause daño alguno, considerándolos sin duda como vasallos que establecen sus humildes moradas alrededor de la del señor feudal para que los ampare. El águila pescadora tiene cerca de 60 centímetros de longitud, con las partes superiores de su cuerpo, de color negruzco, y las inferiores de tono blanco níveo, con una banda oscura en el pecho. La cabeza es blanca, ligeramente moñuda, con una mancha negra que rodea al ojo. Tiene los dedos provistos, en su cara inferior, de escamas espinosas, las que le facilitan el acto de tomar la presa.

El águila pescadora tiene sus más encarnizados enemigos en otras águilas marinas que a veces le roban los peces que caza. En América del Norte, el ave que suele molestarla más es la gran águila de cabeza blanca, a la que también se da el nombre de águila calva, a causa de su corona blanca. Esta águila es el emblema nacional de Estados Unidos de América, y presenta una extraña particularidad, la que consiste en no adquirir su plumaje adulto hasta los siete años de edad. Cuando el animal no ha alcanzado esa edad, es de color castaño; después de ella presenta el cuerpo de tono castaño y la cabeza y cola de un blanco purísimo. Es común encontrar a esta águila en las orillas del Misisipí, donde con frecuencia se la ve perseguir a los cisnes y patos salvajes. Es éste un animal que devora cuanto halla; siente predilección especial por los peces, y, como no le gusta el trabajo de pescarlos, le arrebata por el camino al águila pescadora los que ésta lleva en las garras para sus pequeñuelos.

Parece difícil mirar con simpatía a los buitres, y, no obstante, son provechosos muchas veces, ya que hacen el oficio de basureros. Sin querer, su presencia nos recuerda los campos de batalla donde yacen multitud de agonizantes y muertos, y no podemos tampoco sustraernos a la idea de que cuando el infeliz caminante, rendido de fatiga, yace moribundo en el desierto, lo que ha de temer más es la presencia del buitre.