Las hormigas amazonas obligan a sus esclavas a trabajar

Entre las hormigas más terribles se cuentan las amazonas. Grandes, fuertes y malvadas, esclavizan a otras especies más débiles. Cierto día, que se dijera fijado previamente, se encaminan todas hacia otra colonia, rastreando con sus antenas el olor de sus futuras víctimas; hallado el rastro, apresuran la marcha. Las atacadas conocen la venida de las adversarias; las más bravas se aprontan y salen a combatirlas, mientras el resto huye a la desbandada, llevándose el mayor número posible de huevos y larvas y yendo a esconderse en árboles o pastos altos, su único refugio seguro, pues las amazonas no pueden trepar. Entretanto la batalla continúa; los defensores se baten por sus vidas, sus casas y sus crías; pero inútilmente: la victoria favorece siempre a las poderosas amazonas. Éstas penetran en la ciudad enemiga, exterminan a cuanta hormiga adulta encuentran y se apoderan de huevos, larvas y ninfas.

Las hormigas que nacen del botín son las esclavas de las amazonas, terribles tiranas; pero como ninguna de ellas ha gozado nunca de la libertad, poco les importa su dura vida. Hacen toda la faena de la colonia; y es sugerente observar hasta qué punto las amazonas dependen de ellas: luchan, matan, capturan; pero se morirían de hambre si sus esclavas no las alimentasen y cuidasen. Sus esclavas las llevan cuando se mudan.