De las hormigas ciegas, que viajan de noche y comen hasta cerdos y víboras

Ciertas especies no se limitan a guerrear contra otras: atacan también al hombre. Éstas son las famosas hormigas ciegas legionarias, ecitón o de visita o corrección del oeste de África y de las comarcas tropicales sudamericanas. A propósito de ellas, transcribimos parte de una interesante carta del señor Carlos Rodríguez al sabio argentino Eduardo Holmberg: «La hormiga corrección es una verdadera calamidad aquí (Misiones). Imagínate una columna casi cerrada, de gran extensión, que se adelanta en línea recta suprimiendo a fuerza de mandíbula los obstáculos que pueden vencerse así y respetando tan solamente las piedras. Cuando una de estas columnas penetra en una tienda, es mejor disparar. Si uno está dormido, cuando llega, no tarda en despertarse, porque por todas partes se meten, y la picazón que causa su presencia en el cuerpo y las mordeduras que hacen, no dejan mucha gana para quedarse en cama ni resistencia para seguir durmiendo. Lo más curioso es cómo avanza. Fijándose bien, puede observarse que la masa del ejército tiene divisiones, como batallones o compañías, separadas las unas de las otras. Entre éstas andan algunas sueltas, que hacen la impresión de ser los jefes; pero es seguro que tienen capitanes flanquea-dores que no cesan un instante. Estos últimos son los que merecen atención. Parecen un poco más fuertes y seguramente son los más activos. Colocados en los flancos de las divisiones, adelantan, retroceden, vuelven a avanzar, examinan el orden de la marcha; y es evidente que si algo anda mal entre las hormigas de la compañía, bien pronto un flanqueador lo pone en regla. Recuerdan los perros de los pastores: tal es su actividad y el orden que imponen. Cuando se apoderan de las provisiones que uno tiene, sólo dejan las cajas y los tarros. Son devastadoras, y tanto más molestas cuanto que viajan principalmente de noche».

Las hormigas de visita del África viajan también de noche, en legión, colocadas las pequeñas en el centro y las grandes en los costados. Comen todo cuanto una hormiga puede comer: arañas, moscas, insectos, gallinas y lechones. Las víboras les profesan gran terror; se fijan antes de comer si hay hormigas de visita en el lugar. La víbora, en cuanto come, se duerme; en ese estado es una presa fácil para la legión; pero de todos modos, dormida o despierta, debe estar prevenida contra el ataque.

El hecho de que estas hormigas limpien de alimañas las casas que invaden, las hace hasta cierto punto simpáticas para el hombre. En otro sentido son una verdadera plaga.

En la isla de Grenada, del grupo de las de Barlovento en las Pequeñas Antillas, descendían de las montañas como torrentes, no perdonando a su paso ni vegetales ni animales, ni pájaros siquiera, y sin que fuera bastante a detenerlas corrientes de agua o incendios provocados adrede por los habitantes. Apagaban el fuego cubriéndolo, y el resto pasaba; cruzaban las corrientes por sobre los puentes formados por los cuerpos de sus compañeras de la vanguardia, ahogadas, y seguían adelante. Llegóse a ofrecer un premio de cien mil dólares a quien hallara el medio eficaz para destruirlas; hoy dispónese de poderosos insecticidas para atacarlas.