El pan y la leche de las abejas, alimento integral de las larvas


Las abejas necesitan el polen para alimento de sus larvas. Aquéllas podrían vivir sin él, si se las alimentara con jarabe de miel que, al no dejar residuos en sus intestinos, hace innecesarios los vuelos de limpieza. Pero, como decíamos, las larvas sucumbirían en breve plazo si sus nodrizas careciesen del polen para preparar su ración alimenticia. Y ello por varias razones. El polen no sólo constituye una parte del alimento requerido por las crías para su desarrollo total, sino que, además, es necesario que las abejas nodrizas lo ingieran en cantidad para extraer valiosísimos principios bióticos, los cuales, destilados juntamente con los provenientes del néctar, se convierten en sus glándulas galactógenas en la leche de las abejas o jalea real.

En verdad, el alimento de las larvitas es algo más complejo que el simple polen; lo que las alimentará durante su desarrollo es el pan de las abejas. Encargadas de elaborarlo son las abejas recién nacidas. Éstas, luego de sus primeras horas, para adquirir agilidad, se dedican dentro de la colmena a transformar el polen almacenado en celdas por sus hermanas mayores; utilizan para ello, además del polen, el néctar o la miel que necesiten, transformado en leche o jalea real y segregado en pequeñas gotitas por las glándulas ubicadas en su cabeza. Con este producto, o pan de las abejas, que en su calidad de nodrizas van entregando, fresco, se alimentan las larvitas nacidas de los miles de huevos que la reina pone diariamente en las pulcras celdas de cera.

Este consumo de polen por parte de las nodrizas va dejando un residuo celulósico indigerible que es necesario eliminar. Ello obliga a las jóvenes abejas a efectuar un vuelo al séptimo u octavo día de su nacimiento. Un par de días más en su tarea de nodrizas, y las jóvenes abejas serán reemplazadas por las nuevas que van naciendo, pasando ellas a engrosar las filas de las pecoreadoras, es decir recolectoras de néctar y polen, en la labor agotadora de proveer al sustento de la comunidad.

En esta labor las abejas van perdiendo la tenue capa de pelusa que cubre todo su cuerpo y toman un color más oscuro y brillante a medida que pasan las semanas; empiezan también a desflecarse las puntas de sus alas, y sucumben, finalmente, agotadas, entre las cinco semanas y los tres o cuatro meses, según la época del año en que han llegado a la vida.