La temible araña hembra, que devora a su efímero compañero


Es fácil observar las maravillas de la vida de las arañas, pues se encuentran en todos los jardines, y no hay ninguna de las sedentarias, es decir, de las que tejen telas, más interesante que la araña de jardín, o epeira que vive sobre los arbustos. Su manera de empezar la hechura de la tela depende del tiempo que hace. Se trata, desde luego, de la hembra, por ser mayor su importancia. Los machos son más pequeños, y perecen con suma frecuencia devorados por las hembras el mismo día de su desposorio. La araña, por lo visto, es una esposa temible. Prescindiremos, pues, de los machos para estudiar con algún detenimiento los hábitos de las hembras. Su modo de empezar la construcción de la tela depende, según decimos antes, del estado del tiempo.

Hilan, en primer lugar, una pequeña cantidad de seda, mediante el rápido movimiento de unos pelos muy sensibles que les crecen en las patas, sujetando uno de los cabos al lugar en que se hallan; y acaso tengan luego que ir corriendo hasta otro punto para sujetar el extremo opuesto, dejando que arrastre el hilo. Pero en el caso de que sople viento, hacen como las arañas pequeñas, es decir, dejan colgar libremente el extremo del hilo, para que a impulsos del viento vaya a pegarse a algún sitio en donde puede ser sujetado. La sustancia de que están hechas las hebras es pegajosa y se adhiere a todo cuanto toca. La araña dispone, entonces, de una especie de cable aéreo sobre el que corre rápidamente, estableciendo en todas direcciones los sostenes necesarios, o sean hilos que van de un lado a otro y que pasan todos exactamente por el centro de la tela. Después empieza por el medio, dibujando una espiral compuesta de cuatro o cinco anillos, con los cuales llena el centro de la tela y la refuerza adecuadamente. Queda todavía por construir la parte más importante. La araña se traslada entonces al borde externo de la estructura, e hilando continuamente con movimiento circular, se acerca poco a poco al centro.

Esta parte de la tela es la que, a modo de red, ha de servir para coger las moscas. La de en medio ya no ofrece utilidad, y la araña se come muchas veces la seda de que se compone, utilizándola dentro de su cuerpo para la elaboración de nuevos materiales. A veces ocurre que, después de formada la tela, la araña necesita un nido para ocultarse, evitando así que su presencia ahuyente a los insectos.