Hipócrates dejó a la posteridad el recuerdo de su abnegación y sus importantes escritos


Alrededor de Hipócrates agrupábanse gran número de discípulos afanosos por aprender sus procedimientos y aplicar sus leyes. Hízoles a todos jurar solemnemente que respetarían a su maestro como a un padre, que partirían generosamente sus conocimientos con sus compañeros, que se conducirían con honorabilidad inmaculada y que jamás divulgarían un secreto adquirido en la sala de enfermos.

Hipócrates murió entre los años 377 y 359 antes de Jesucristo; sus escritos constituyen un don precioso para la humanidad. Los hombres no fueron bastante sensatos para comprender cuánto había hecho en realidad por la salud humana. Uno de sus descubrimientos fue que el curso de algunas dolencias podía seguirse escuchando ciertos sones en el pecho del paciente. Fueron precisos dos mil años para hacer este conocimiento realmente útil, y entonces Laennec, un médico bretón, inventó el estetoscopio, instrumento que ahora todo médico lleva consigo para escuchar los latidos del corazón y los movimientos de los pulmones. La obra de Hipócrates fue continuada en la grande escuela de Alejandría, pero posteriormente los hombres separáronse de esta sana ciencia que él enseñó y diéronse a mil extravagancias y locuras. Hasta los tiempos de Galeno no se retornó a la doctrina científica.