El milagro de Ludwig Van Beethoven: sus creaciones de inefable belleza


Entre las grandes figuras de la música alemana ninguna tan universal como la de Ludwig van Beethoven, nacido el 12 de diciembre de 1770 en la hermosa ciudad universitaria de Bonn, a orillas del Rin. Beethoven, como muchos grandes artistas, tuvo que luchar también contra las adversidades de la vida. En primer lugar chocó con la resistencia de su propio padre, quien no lo comprendía; sin embargo, cuando alguien le habló de los triunfos y las ganancias de Mozart, quiso aprovechar la inclinación de su hijo, y lo puso a estudiar el piano con tanto rigor, que muchas veces los vecinos vieron al joven llorar sobre el teclado. Después lo envió a Viena para que completara los estudios. Beethoven conoció allí a Mozart, quien alentó sus aspiraciones y llegó a decir: “¡Este muchacho dará mucho que hablar...!”

Poco después, en Viena, empezaron las penurias económicas y físicas. Pasaba gran parte del día encerrado en la habitación, con los oídos tapados con algodón, por temor de quedar sordo, insuficiencia a la que estaba predispuesto. Grandes dolores lo torturaban continuamente, hasta que finalmente perdió el oído casi por completo. La sordera amargó sus últimos años y, agriando su carácter, lo tornó de comunicativo y afable que era, en retraído y taciturno. Tal actitud no debe extrañarnos si pensamos en la angustia de un genio que no puede escuchar las creaciones de la propia inspiración, debiendo imaginar o recordar los sonidos.

La producción de Beethoven, rica y abundante, abarca géneros diversos. Las Sonatas para piano son composiciones sublimes; a lo largo de las treinta y dos que compuso y de las nueve Sinfonías que con ellas alternan, puede apreciarse en todo su alcance su evolución del clasicismo al romanticismo. Compuso, además, música para cantantes y de cámara, como así también una ópera, Fidelio.

Sus últimos años fueron muy amargos; vivió cada vez más encerrado dentro de su mundo; sin embargo, de esa época es le. Novena Sinfonía, insuperable página de inefable belleza, que corona su gigantesca obra.

Beethoven murió en Viena, el 26 de marzo de 1827, y sus funerales fueron apoteósicos. Alguien lo ha definido muy bien diciendo: “fue el dolor hecho hombre a quien la vida rehusó la alegría que él creó para todos los hombres del mundo...”