Federico Chopin, el poeta del piano, gran figura del romanticismo


El destino reservó a Polonia el honor de ofrecernos la figura más grande dentro de las corrientes románticas: Federico Chopin. Nació el 22 de febrero de 1810, en Zelazowa-Wola, en el departamento de Varsovia, y murió en París, cuando aún no había cumplido los cuarenta años de edad, el 17 de octubre de 1839, después de un largo y agitado período de sufrimientos físicos y morales.

Chopin fue también un niño precoz; a los seis años inició los estudios de piano; a los ocho se presentó como ejecutante en una reunión privada; a los nueve actuó en un concierto de beneficencia, y a los catorce ingresó en el Liceo de Varsovia, donde no descuidó ni la historia ni la literatura polacas, que tanto amaba.

El ambiente intelectual de su familia y los contactos que tuvo con la aristocracia polaca desarrollaron en él una sensibilidad muy refinada, y si bien es cierto que prefería los paseos tranquilos y la soledad del campo, en ningún momento desdeñó las fiestas populares ni eludió las alegres conversaciones, características que luego reflejó en sus polcas y mazurcas, que, así como las polonesas, captaron su profundo amor por la patria sometida. Cuando en Viena se enteró de la caída de Varsovia, compuso el famoso estudio que conocemos con el nombre de Revolucionario, verdadero grito de rebelión e indignación ante la injusticia de un bárbaro atropello contra la nación.

Los disturbios políticos de Polonia lo alejaron de la patria obligándolo a realizar continuos viajes, hasta que terminó por radicarse en París, en un momento artístico que le fue muy propicio porque estaba en plena efervescencia el romanticismo.

A la música de Chopin va unida la poesía de su país natal; compuso delicadas páginas pianísticas llenas de gracia y que le valieron el apodo de poeta del piano, por el sugestivo encanto que ellas encierran.