El gran mundo de blancura bañado en magnífico rojo y oro


Relativamente son pocos los viajeros que suben a los ventisqueros y a los picos más elevados, pues semejante empresa requiere mucha robustez y resistencia física en quienes se propongan trepar a tales alturas, en medio de un frío intenso, atados con cuerdas a los guías que les van enseñando el camino y en caso necesario abren escalones en el hielo. Pero los que consiguen llegar a ellas disfrutan de un placer incomparable: tan agradable es el aire que allí se respira, tan grandioso el inmenso espectáculo que se ofrece a la vista y tan solemne el silencio y la belleza de aquel mundo de embelesadora blancura.

Hemos dicho un mundo de blancura, pero esto no es del todo exacto, pues, a la salida y a la puesta del sol, así el firmamento como la nieve aparecen bañados de un magnífico color rojo-rosado y oro. Asimismo, el silencio es de cuando en cuando interrumpido por el atronador estrépito de los aludes, es decir, de esas enormes masas de hielo que se desprenden de la montaña, aplastando cuanto se encuentra en su trayecto.

Para evitar que esos desprendimientos de hielo, nieve y rocas destruyan viviendas o pongan en peligro la vida de los habitantes de las aldeas que se alzan en las laderas o al pie de la montaña, el gobierno suizo ha recurrido a la instalación de una especie de emparrillado de aluminio, colocado de tal manera que impida al alud continuar su avasalladora marcha. El recurso dio amplio resultado, y el procedimiento se ha extendido ya a otras regiones en las que existe idéntica y permanente amenaza.

Entre los altos Alpes y la meseta de Suiza se extiende un hermoso distrito montañoso, con sus pintorescas rocas y pinares, sus setos de brezo y sus lagos al pie de las montañas. En muchos valles, y alrededor de los lagos de Thun, Brienz y Lucerna, millares de viajeros hallan hermosas villas que les sirven de estancia. En las mismas cumbres de algunas de estas montañas, como en. las de Pilatos y Righi, hay hoteles, adonde conducen desde el valle ferrocarriles que suben admirablemente las abruptas laderas de estos encumbrados montes.

En la llanura de Suiza, que se dilata entre los Alpes y el monte Jura, al Norte, se levantan pequeños collados llenos de bosques, suaves declives sembrados de verdor y extensos campos cubiertos de árboles frutales o magníficamente cultivados con trigo y otros cereales. El territorio suizo está poblado de ciudades y aldeas cuyos habitantes hallan ocupación sobrada, éstos en el campo, aquellos en varias manufacturas. Al sudoeste de la llanura se encuentra el gran lago de Ginebra, tan ancho que un vapor rápido tarda dos horas en recorrerlo de una orilla a otra. Ginebra está situada en el ángulo sur, cerca de Francia. Al Nordeste de la misma llanura se encuentra el lago de Constanza, cuya orilla opuesta pertenece a Alemania. Entre estos dos lagos, los mayores de Suiza, hay otros más pequeños: tales los de Neuchátel, Bienne y Zurich.