El Congo y la emprendedora actividad de un soberano belga


El territorio del Congo fue prácticamente desconocido hasta la mitad del siglo pasado. Después que Stanley alcanzó las bocas del río Congo, en 1877, un soberano belga, Leopoldo II, vio las inmensas posibilidades económicas de la región regada por el gran río y se lanzó a la exploración, primero, y explotación, después; otras naciones pretendieron intervenir en la empresa, especialmente Portugal, que alegaba derechos seculares basados en las campañas de sus navegantes del siglo xv.

La Conferencia de Berlín, en 1885, reconoció a Leopoldo de Bélgica sus derechos, y poco después quedaba constituido el Estado Libre del Congo bajo la soberanía de dicho monarca; posteriormente, en 1907, el citado territorio fue anexado al Estado belga y una ley estableció el estatuto colonial que regiría, con modificaciones sucesivas, hasta el 30 de junio de 1960, en que Bélgica reconoció la independencia: desde entonces el llamado Congo Belga pasó a ser la República del Congo, nombre adoptado ya por el Congo Medio o Francés. Así se dio el caso poco frecuente de dos Estados distintos que tienen exactamente el mismo nombre.

La superficie de la República del Congo, ex belga, es de 2.343.930 kilómetros cuadrados, y su población sobrepasa los 13.500.000 de habitantes, de los cuales sólo 110.000 son blancos, belgas las tres cuartas partes de ellos. El ecuador divide el país en dos mitades, lo que nos explica que su clima sea eminentemente tropical. Los bosques cubren más de la tercera parte de la superficie total del país; abundan las maderas valiosas y las palmeras, fuente, estas últimas, de una importante industria aceitera. La agricultura está prácticamente en sus comienzos: el sorgo, mijo, batata, sésamo, arroz, café y cacao, entre los cultivos para la alimentación, y el algodón, entre los industriales, ocupan los primeros lugares en el índice de producción. La ganadería tropieza para su desenvolvimiento fructífero con inconvenientes derivados del clima y de las epizootias; la mosca tsetse es uno de los azotes más tremendos que sufre el Congo.

La producción minera del Congo tiene gran importancia: el cobre es el producto de mayor atracción, especialmente en la provincia de Katanga, uno de los grandes centros cupríferos del mundo; asimismo hay allí manganeso, cadmio, cinc, estaño, carbón, cobalto. El uranio y el radio, tan importantes actualmente para la ciencia atómica, son también extraídos en considerables niveles.

Las minas de diamantes congoleñas son famosas: su riqueza es tal que el país ha llegado a ser el mayor productor de diamantes: el 60 % de la producción mundial es aportado por el Congo.

La capital, Leopoldville, cuenta con 280.000 habitantes y en los últimos años la pujanza de su crecimiento edilicio ha sido asombrosa. Otras ciudades importantes por el número de sus habitantes o de la intensidad de su tráfico comercial, son Albertville, Elisabethville, Matadi y Stanleyville. Los puertos de mayor actividad, Boma y Matadi, están sobre el estuario del río Congo. Los grupos étnicos predominantes en esta república son los de los bantúes, sudaneses, nilóticos, pigmeos y hamitas.

Existen numerosos establecimientos de educación primaria, secundaria y técnica; en Elisabethville se fundó en 1956 la universidad del Estado, y en Leopoldville funciona desde 1954 la Universidad Católica.