Los sultanes de Turquía y la grandeza de Solimán el Magnifico


Entre los gobernantes turcos que se llamaron sultanes hubo muchos hombres de gran talento y firme carácter. Uno de los mayores fue Mohamed II, que pasó a caballo sobre el cuerpo del último Constantino y penetró, montado, en Santa Sofía, el día memorable de la toma de Constantinopla. Reinó durante treinta años y sojuzgó a Servia, Bosnia y Grecia.

Solimán el Magnífico vivió durante la misma época que Enrique VIII de Inglaterra, Francisco I de Francia y Carlos V de España. Una antigua canción alemana habla del terror que el “Gran Turco” había inspirado al Sacro Imperio Romano Germánico: “Últimamente el furioso turco ha lanzado grandes fuerzas contra Hungría; de Hungría ha penetrado rápidamente en Austria a la luz del día; ahora amenaza a Baviera, de donde, si pasa delante, llegará al Rin, y este pensamiento roba la paz y el descanso”.

Pocos años después de la muerte de Solimán, la batalla de Lepanto ponía fin al dominio turco en el Mediterráneo, el 7 de octubre de 1571.

Bajo el sabio gobierno de la familia Kuprili, muchos de cuyos miembros desempeñaron el cargo de gran visir, levantóse de nuevo el poder otomano, y los turcos decidieron volver a probar fortuna en Viena. Hicieron enormes preparativos y renováronse las alianzas con las naciones vecinas, de modo que Austria se encontrara sola y abandonada.

Las grandes huestes avanzaron sembrando el terror y la desolación, y acamparon frente a Viena, en cuyo recinto se había guarecido la población campesina de los contornos. La guarnición era escasa, las murallas medio ruinosas, y en cambio, los turcos eran entonces los mejores ingenieros y artilleros de Europa.