La república y la gran tragedia de la historia española del siglo XX


Si bien el advenimiento de la república se realizó, por el sacrificio real, sin efusión de sangre, al poco tiempo se inició una cada vez más acentuada agitación social.

En las nuevas Cortes Constituyentes, la coalición republicano-socialista obtuvo mayoría; una de las primeras medidas del gobierno provisional, la expulsión de la Compañía de Jesús, fue seguida por la separación de la Iglesia y el Estado, la aprobación de una constitución laica, socializante e intervencionista; y, poco después, un estatuto que reconocía la autonomía de Cataluña.

Las Cortes ordinarias que siguieron a las precedentemente nombradas fueron de orientación centro-derecha; la oposición de izquierda republicana, al quedar fuera del poder, desencadenó una campaña que culminó en graves revueltas acaecidas en Asturias y Cataluña, en 1934.

Posteriormente, un gobierno presidido por don Alejandro Lerroux dedicó gran parte de su acción a preparar el ambiente para una ulterior reforma de la constitución, impulsado por las fuerzas de derecha que compartían la tarea de gobierno.

Elecciones celebradas en febrero de 1936 dieron, empero, el triunfo al llamado Frente Popular, coalición de republicanos de izquierda, socialistas y comunistas; el nuevo Parlamento depuso a don Niceto Alcalá Zamora de la presidencia de la república y elevó en el sitial a don Manuel Azaña. El país vivió en aquellos días momentos de gran tensión política y social; se produjeron innumerables huelgas y choques callejeros entre fuerzas políticas adversarias. El asesinato del líder moderado don José Calvo Sotelo y la falta de garantías para la vida y hacienda de los españoles determinaron el estallido de una revolución, el Alzamiento Nacional, iniciado en Marruecos y algunos lugares de la península. Fue el punto de partida de una cruenta guerra civil (1936-1939), en la que finalmente triunfaron las fuerzas revolucionarias, acaudilladas por el general don Francisco Franco Bahamonde, quien, a partir del día de la victoria, se erigió en jefe del Estado español y generalísimo de sus ejércitos. En 1947, y por plebiscito nacional, España volvió a constituirse en reino, y las Cortes aprobaron una ley de sucesión para prever la continuidad del régimen tras la muerte del Caudillo; en tal caso el Consejo del Reino, constituido en 1948, designará un sucesor de sangre real, que deberá comprometerse a mantener los principios del régimen nacional. El príncipe don Juan Carlos, nieto de Alfonso XIII, es actualmente considerado como virtual heredero del trono vacante desde hace años.

España mantuvo su neutralidad durante la segunda Guerra Mundial, y fue excluida del grupo de las Naciones Unidas cuando esta organización se constituyó; además, como represalia por lo que llamaron la simpatía del gobierno español a las potencias del Eje, la mayor parte de las naciones retiraron sus embajadores de Madrid; entre las que no lo hicieron, estaba Argentina. Por iniciativa de este país, seguido de otros latinoamericanos y por los de la Liga Árabe, la Asamblea General de las Naciones Unidas revisó su pronunciamiento y España pudo ingresar a dicho organismo.

La labor de reconstrucción fue la principal de las tareas gubernamentales durante más de una década; los daños causados por la guerra civil fueron tremendos, tanto en las ciudades como en la campaña, y las actividades económicas, paralizadas en absoluto durante los años de la guerra, resurgieron muy lenta y dificultosamente, pues el mundo estaba entonces envuelto en la gran contienda, y España hubo de hacer frente a sus problemas con sus propias y solas fuerzas. Empero, aunque lentamente, los españoles se sobrepusieron a la ruinosa situación y lograron encauzar sus negocios públicos y su hacienda hasta alcanzar un plano de relativa bonanza en la segunda década posterior al fin de las hostilidades.