Doña Inés de Castro o reinar después de morir


Subió al trono Alfonso IV, en 1325, y le faltó tiempo para perseguir a su hermano Alfonso Enríquez, mas tan bravamente se defendió éste, que el rey tuvo que desistir de apoderarse de su persona y de sus bienes.

Habíanse estrechado los vínculos entre Portugal y Castilla con el casamiento de Alfonso XI con la infanta portuguesa Da. María, hija de Alfonso IV, y del príncipe heredero lusitano don Pedro con Da. Blanca de Castilla.

Enojado Alfonso IV por los malos tratos que Alfonso XI daba a su esposa, le declaró la guerra, cuya suerte se confió a las escuadras. Mandaba la armada castellana D. Jofre Tenorio, y la contraria el almirante Tezano. El combate fue reñidísimo, y se decidió la victoria por Alfonso XI (1337), después de lo cual se restableció la paz entre ambos reinos.

El grave peligro que amenazaba con el desembarco del rey africano Abul Hacen, auxiliado por el rey moro de Granada, obligó a que juntaran sus armas para rechazar la invasión los reyes de Castilla, Aragón y Portugal; diose terrible batalla a orillas del Salado, y en ella se ganó Alfonso IV el dictado de el Bravo o el Osado.

Cuando las Cortes de Portugal declararon nulo su matrimonio con Da. Blanca de Castilla, el príncipe don Pedro casóse con la castellana Da. Constanza, y cuando ésta murió, contrajo nupcias, en secreto, con su prima Da. Inés de Castro.

Alfonso IV, que recelaba de lo hecho por su hijo y temía dejase desheredados a los hijos que tenía de Da. Constanza, le propuso otro casamiento, a lo cual se negó en absoluto don Pedro, como esposo que era ya de Da. Inés. El resultado fue la orden de asesinar a ésta, como así se ejecutó.

Don Pedro, indignado, se rebeló contra su padre, como se había rebelado Alfonso IV contra don Dionisio, pero, por fin, se pudo llegar a una paz. Murió el rey (1367) y sucedióle Pedro I; y si al subir al trono su antecesor había éste perseguido a su hermano, Alfonso Enríquez, Pedro I inauguró su reinado ordenando que les fuera arrancado el corazón, en su presencia, a los que habían aconsejado el asesinato de doña Inés de Castro, y que, desenterrado y sentado en el trono el cadáver de ésta, se le tributaran honores reales; las terribles venganzas que siguieron motivaron se diese a Pedro I el nombre de el Cruel.

El pueblo, sin embargo, le idolatraba, pues al par que trataba sin miramiento al clero y a la nobleza, disminuía los impuestos y se hacía admirar por su espíritu de justicia.

Heredó el trono de Portugal su hijo Fernando (1383), que no hizo nada bueno; disipó los grandes tesoros que había dejado Pedro I en diversiones palatinas, y se atrajo la animadversión de los castellanos, primero como pretendiente al trono, al morir asesinado Pedro I el Cruel, y después como auxiliar del duque de Lancaster.

Con toda imparcialidad debemos decir, sin embargo, que si a alguien correspondía de derecho la corona de Castilla después del asesinato de Pedro el Cruel, no era a Enrique II, sino a Fernando de Portugal, nieto paterno de Fernando IV el Emplazado.

Con Fernando se extinguió la dinastía borgoñona, y su hija Beatriz, única sucesora, casó con el rey de Castilla, Juan I, hijo del usurpador Enrique II, conde de Trastamara, fundador de la nueva dinastía castellana. Trató Juan I de Castilla de ocupar el trono en virtud de los derechos de su esposa, pero fue derrotado en Aljubarrota por Fernando, llamado también Juan I, gran maestre de la Orden de Avís, que fue el tronco de una nueva dinastía (1385), bajo la cual llegó la antigua Lusitania al mayor grado de esplendor que hasta entonces se hubiese conocido, y no menos a una libertad como pocas naciones disfrutaban; pues habiéndose opuesto la Corte de Coimbra, en 1387, a la guerra con Castilla, contestó Juan I que nunca haría la guerra o la paz sin consultar y atenerse a la voluntad de sus pueblos.