LA CIUDAD ESTADO DEL VATICANO


Una de las siete colinas de la antigua Roma es hoy sede territorial de un Estado cuya extensión es de sólo cuarenta y cuatro hectáreas, esto es, la que corresponde aproximadamente a un parque de una gran ciudad. Sin embargo, a pesar de su pequeñez, el soberano que lo rige posee un poder espiritual tan grande que se extiende a todos los rincones del Universo, y es acatado por casi quinientos millones de personas. Ese Estado es el de la Ciudad del Vaticano, y su soberano es el Papa.

Durante la época de la Roma imperial, la colina del Vaticano era el barrio donde se alzaban las villas de los poderosos, rodeadas de jardines y parquecillos; en el paraje se había erigido anteriormente un templo-oráculo a Apolo, y allí se acudía a escuchar los vaticinios del dios: esto explica quizás el nombre del lugar. En tiempos de Calígula se construyó en la colina vaticana un circo, donde posteriormente fueron martirizados centenares de cristianos, entre ellos san Pedro, cuya tumba se cavó en las inmediaciones, donde hoy se yergue la catedral que lleva su nombre.

Fue el emperador Constantino quien dio a la Iglesia posesión del Vaticano; efectivamente, para que el Papa se alojara en forma acorde con su investidura, donó para residencia de los pontífices el palacio que en la colina citada se había hecho construir el senador Plautius Lateranus; además ordenó la erección, anexa al palacio, de una basílica, la que luego se habría de llamar “catedral de los papas” y, modernamente, San Juan de Letrán. De acuerdo con la tradición, el circo de Calígula fue demolido en el siglo iv de nuestra era para dar paso a una espléndida basílica, construida exactamente sobre la tumba de san Pedro; el obelisco que hoy vemos en el centro de la plaza de San Pedro proviene de dicho circo, y fue mandado colocar en el lugar actual por el papa Sixto V. La primitiva basílica fue luego suplantada por la magnífica catedral de San Pedro, proyectada durante el Renacimiento.