Enrique III, Simón de Monfort y la institución del parlamento


El joven Enrique III, muchacho que entonces sólo contaba nueve años, sucedió a su padre, Juan, y fue coronado a poco de morir éste.

Cuando quiso arbitrar recursos con qué atender a sus necesidades de gobierno y también a sus caprichos, el pueblo fue ya lo bastante fuerte para negarle su ayuda, si no prometía antes respetar la Carta Magna y gobernar con arreglo a las leyes del país. En la empeñada contienda que el rey hubo de librar con sus súbditos, desempeñó el papel principal el gran patriota Simón de Montfort, que derrotó a Enrique en la batalla de Lewes, donde el rey y su hijo Eduardo fueron hechos prisioneros; el caudillo de la libertad logró instituir una asamblea que se llamó Parlamento, de la voz francesa parler, que significa hablar. En la nueva institución habían de tener entrada no sólo los obispos y barones, sino los caballeros de todos los condados y los burgueses de las villas y ciudades, cuya palabra era portavoz de los deseos del pueblo y aprobaba o no el empleo del dinero que importaban los tributos.

El príncipe Eduardo, prisionero de Simón de Montfort juntamente con su padre, logró fugarse al año siguiente de la batalla de Lewes, y, después de derrotar en Evesham a su enemigo, que halló allí la muerte, hizo que Enrique III recobrase la libertad y reinase ya tranquilamente hasta el fin de sus días. Él, sediento de aventuras, incorporóse luego a una cruzada, acompañado de su esposa, Leonor de Castilla, que tuvo empeño en seguirle a Palestina y participar de los peligros que pudiera correr.