El gran carro que 300 hombres no podían arrastrar


Unos veintiséis siglos más tarde, cuando sir Enrique Layard excavó el montículo y dejó al descubierto uno de los toros, se necesitaron más de 300 hombres para tirar del enorme carro en que se le puso, y los indígenas se asombraron cuando vieron que el explorador se disponía a remitir aquel coloso a Inglaterra.

Otra figura de una loseta representa a Senaquerib sentado en un sillón, a modo de trono, recibiendo de sus ministros la noticia de la toma de la ciudad de Lakish. Animado por sus triunfos, Senaquerib envió un mensaje amenazador a Ezequías, rey de Judá, que había osado retener el tributo que él mismo se había comprometido a pagar. Como quien había excitado a Ezequías a dar tan arriesgado paso era el rey de Egipto, Senaquerib enojóse también con éste, y emprendió inmediatamente contra él una campaña que tuvo por teatro las fronteras egipcias. Pero la suerte no le fue favorable, pues a causa de una peste u otro gran desastre, lo mejor de su ejército quedó destruido en una noche, y Egipto y Judá se vieron libres de su yugo, por entonces.