El poderío y pompa del rey que fue conquistador de multitudes


En tiempos de Asaradón, hijo de Senaquerib, y de su famoso hijo Asurbanipal (nombre que significa Asur crea un hijo), Egipto y Asiría se hicieron ruda oposición; los asidos conquistaron el Delta, y los horrores de la guerra penetraron hasta muy adentro del valle del Nilo. Se conserva entre los anales de los conquistadores una lamentable descripción de la destrucción de las cosechas, de la miseria del pueblo y del saqueo de las ciudades y templos. De todos estos poderosos monarcas, el más fuerte fue Asurbanipal, y de sus tesoros y grandezas han perdurado a través de los siglos muchas leyendas que, como sabemos hoy, son una mezcla de historia y de fábula.

Asombro causa pensar en el poderío concentrado en manos de aquel solo hombre, al contemplarlo en las figuras que lo representan vestido de sus rozagantes ropajes, con adornos y bordados refulgentes. Rey de multitudes: no sólo de su pueblo y de su raza en el valle de los dos ríos, en las vastas urbes y fértiles campiñas, sino también en las naciones circundantes de Levante a Poniente, del golfo Pérsico al Mediterráneo.

Vivió largos años, ocupado en guerras y conquistas, en las que abundan escenas tan crueles, que hasta infunde espanto el contemplarlas esculpidas en la piedra. Entre estas inhumanas campañas, llévase la palma la sostenida contra los elamitas, en la cual el rey rebelde, Teumman, sucumbió en compañía de sus hijos y el grueso de su ejército fue pasado a cuchillo; después perecieron en el tormento, o ahogados, los pocos que pudieron escapar de aquel desastre.

Entre las arrogantes frases con que describe Asurbanipal sus campañas contra los elamitas, se lee: "Habiendo decapitado a Teumman, emprendí gozoso mi camino hacia Arbelas". El único ladrillo asirio que representa una escena pacífica de la vida doméstica nos muestra a Asurbanipal y a su esposa regalándose con una opípara comida en un jardín; pero sobre ellos, pendiente de un árbol, cuelga la cabeza de Teumman.

La mayor parte del tiempo, cuando no se ocupaba en matar hombres, gastábalo Asurbanipal en matar animales; y las rasillas y ladrillos de su palacio que lo representan cazando leones, asnos salvajes y cabras monteses, son las más bellas y de más puro estilo asirio.

El dolor, el terror y el furor están en ellas expresados vivamente y con mucha naturalidad.