Marco Polo, el primer europeo que llegó a Catay


A principios de ese siglo, Gengis-Kan, un gran caudillo tártaro, invadió el Asia Occidental y fundó un imperio que se extendía desde el mar de la China hasta Rusia, y quebró las seculares barreras que rodeaban el Celeste Imperio. A la muerte de Gengis, sus dominios se fraccionaron entre sus hijos, y se siguió, entonces, un tráfico muy importante entre China, Persia, el Tíbet y Mongolia.

En el siglo xiii China sólo era conocida en Europa por las referencias de los traficantes árabes, y se llamaba Catay. Un famoso viajero veneciano, Marco Polo, fue el primer occidental que visitó Catay y trajo referencias directas de esas ignotas regiones.

Kublai-Kan, nieto de Gengis-Kan, recibió afablemente a Marco Polo y llegó a elevarlo a la categoría de consejero, y a enviarlo muchas veces con diversas embajadas a distintas partes del vasto imperio. Interesante por todos los conceptos es el relato que hace Marco Polo, en su libro El millón, del reinado de Kublai, como lo son también los de otros viajeros que siguieron las huellas de¡ audaz veneciano y se internaron en China.

Kublai-Kan anexó a sus dominios la China Meridional y convirtió a Peking en la Corte del Norte. Este gran guerrero se mostró igualmente gran gobernante, porque fomentó la instrucción y prestó señalados servicios al país. Su nieto, Timur-Leng, más conocido por Tamerlán, fue el último de los grandes emperadores mongoles. Uno de sus principales actos de gobierno fue permitir el estudio de los libros de Confucio, prohibido por los antiguos emperadores chinos. A su muerte, la anarquía provocada por las ambiciones de sus descendientes debilitó el poder de los mongoles: los chinos lograron dominarlos y hasta expulsarlos. Entonces la Mongolia se convirtió en una provincia del Celeste Imperio. Así se fundó la dinastía Ming, que duró casi trescientos años. Durante el reinado de esta dinastía los chinos tuvieron frecuentes luchas con los mongoles y japoneses, y ésta fue también la época en que comenzaron a entreabrirse las cortinas que ocultaban a los "celestes" de la curiosidad de los "bárbaros" de Occidente. En el siglo xvi aparecieron frente a las costas chinas los primeros navegantes portugueses y españoles.