Elba, en la que Napoleón preparó los cien días


Y ya que hemos hablado del cautiverio del gran emperador francés, recordaremos asimismo la pequeña isla de Elba, la mayor del archipiélago Tirreno, próxima a Liorna, Italia, en la cual también vivió Napoleón en 1814 exilado, lejos de Francia, obligado por los reyes coligados que, como en son de burla, le habían asignado por reino tan reducida soberanía.

En ella se preparó el Gran Corso para recobrar el poder y su genio iluminó de nuevo el mundo, con el vivo y fugaz destello del relámpago.

La isla de Elba, por el lado que mira a tierra firme, presenta en los flancos desnudos de sus rocas especial color rojizo, debido a sus muchas minas de hierro, así como en otros lugares una vegetación frondosa le da aspecto alegre y animado. Tiene 223 kilómetros cuadrados de superficie, y cuenta 30.000 habitantes. Pertenece al archipiélago Toscano, en el mar Tirreno, y está separada de Italia por el estrecho de Piombino. Es montañosa y su cima más alta se encuentra en el monte Capanne (1.019 metros). Posee también cierto número de salinas y canteras de mármol.

Álzase en ella Porto-Ferraio, plaza fuerte con ancho puerto, en donde moró Napoleón en 1814, y desde donde corre un hermoso camino que atraviesa la isla y que fue mandado abrir por el emperador.

Los griegos la llamaron Aethália (Etalia), y los latinos, Uva. La poseyeron los etruscos, los focenses y los cartagineses; los romanos tuvieron establecimentos en ella para la explotación de sus minas. En épocas posteriores cayó en poder de los pisa-nos, de los españoles y de los ingleses, sucesivamente. Napoleón la anexionó al imperio francés, y en 1814 le fue cedida en soberanía, según hemos dicho anteriormente. El tratado de Viena (1815) la asignó a Toscana, cuya suerte siguió después. Actualmente, forma parte de la provincia de Livorno, Italia.