Imprudencia de obligar a los niños a hacer mal uso de los ojos


En nuestra ignorancia y descuido, en cuanto a los niños respecta, y en la desatentada manera con que pretendemos educarlos, usamos de verdadera crueldad, que puede ser causa de un perjuicio irreparable, si obligamos a niños largos de vista a ejecutar trabajos para los que no están organizados sus ojos.

En todas partes pueden verse pobres niños haciendo grandes esfuerzos con la vista para leer y escribir, esfuerzos de los que no resulta ningún beneficio, sino, por el contrario, un perjuicio; pues lo que a aquellas criaturas les haría falta es un par de lentes biconvexas que hicieran converger los rayos a fin de que pudiesen formar el foco en la retina. Debemos repetir que el ojo de corto diámetro es el largo de vista, y el de diámetro largo es el de vista corta o lo que denominamos miopía.

Hoy se empieza a reconocer la importancia de estas cuestiones y a pensar que antes de mandar al niño a la escuela debe ponérselo en condiciones de aprender; y es de esperar que antes de muchos años no se dará ya el caso de que un niño présbita resulte perjudicado por la falta de lentes, cuyo coste es insignificante. El alivio que el uso de los cristales adecuados procura es sorprendente.

Como podemos fácilmente comprender, los cristales para los cortos de vista son lentes bicóncavas, y lentes biconvexas son las que convienen a los présbitas o de larga vista.

Con la edad, el ojo se hace cada vez más présbita, y este cambio tiene lugar principalmente pasados los cuarenta y cinco años; si la persona es miope disminuye entonces su miopía. Si consideramos las necesidades de la vida moderna no nos será difícil reconocer que el miope está en mejores condiciones para vencerlas que el présbita, aunque a primera vista no parezca que sea así.