Una fina capa de esmalte protege nuestros dientes


Si todos nuestros dientes están perfectamente sanos, o han sido bien empastados por el dentista cuando algunos se han cariado, podemos comer golosinas sin sentir dolor alguno. Todos los dientes sanos tienen recubierta la parte que sobresale de las encías de una capa de lo que llamamos esmalte, que carece de nervios y es, por tanto, insensible. Pero puede ocurrir que una parte cualquiera del esmalte del diente se haya destruido lentamente por la acción de los ácidos que los microbios producen en nuestra boca, y entonces hay que tener gran cuidado. La parte del diente que se halla debajo del esmalte se llama dentina; es mucho más blanda que la capa protectora, por la cual algunas cosas pueden practicar un agujero a través de su masa, que está llena de diminutas ramificaciones del nervio que pasa por cada pieza dentaria. La mayor parte de lo que ingerimos no provoca molestia alguna al ponerse en contacto con esa tupida red de filamentos nerviosos; pero el azúcar es una de las cosas que más los excita, y si cuando nos llevamos a la boca un manjar dulce tenemos algún diente con la dentina al descubierto, es fácil que nos sobrevenga un fuerte dolor de muelas. Muchas veces sólo un diente tiene la dentina expuesta al aire, y sin embargo todo aquel lado de la mandíbula, o casi todo él, es sensible al dolor. La razón de esto estriba en que todos los nervios que están en conexión con las piezas dentarias de un mismo lado de cada mandíbula son ramificaciones de un solo nervio, y cuando una parte cualquiera de él siente malestar, todos los dientes, entre los cuales se distribuyen sus ramificaciones, están sujetos a sentirlo.