La existencia no es posible sin una circulación incesante de agua


La segunda de las sustancias vitales que nuestro cuerpo recibe diariamente es el agua, y también es un error el no considerarla como un alimento, pues el agua es el elemento predominante en la constitución de nuestros cuerpos, y es un hecho notabilísimo y tan cierto -ya se trate de un roble, de un microbio o de nosotros mismos-, que para sostener la vida debe haber una circulación incesante de agua. No tan sólo toda la vida es vivida en agua, sino que lo es y debe serlo en agua corriente. Cualquiera que sea el ser viviente que examinemos, vemos que está constantemente desprendiendo agua, y la vida no tarda en cesar si este desprendimiento no se compensa prontamente. Pocos fenómenos de la naturaleza son tan admirables como estas incesantes corrientes de agua, especie de transpiración o sudor, que están desprendiendo sin cesar las hojas de toda planta, y la forma en que las raíces absorben, sin cesar también, el agua del suelo, para mandarla a las hojas. Pues idéntico proceso ocurre en nosotros; por término medio cada uno de nosotros desprendemos diariamente unos dos litros y medio de agua por la piel, riñones y pulmones, lo que significa que ha de entrar asimismo cada día de un modo u otro en el cuerpo una cantidad aproximadamente igual de agua para compensar dicha pérdida; el agua resulta, pues, el más necesario de todos los alimentos.