La enorme necesidad de agua y el horror de la sed


Muy instructivos resultan los hechos desagradables llevados a cabo por los ayunadores. Si un individuo puede almacenar en su cuerpo todas las sustancias que necesita, podrá pasar entonces un período de tiempo, más o menos largo, sin tomar nuevas cantidades de alimento. Sin embargo, no podemos almacenar oxígeno por un tiempo que exceda de muy pocos minutos; pero en cambio podemos almacenar el alimento combustible en forma de grasas para subsistir durante un período bastante largo. Es posible que un hombre permanezca sin comer hasta cuarenta días, porque durante este tiempo se nutre con el alimento acumulado en su cuerpo en forma de grasa; pero no puede acumular igualmente el agua, y así, los ayunadores deben recibir constantemente toda la cantidad del referido alimento que necesiten, como deben recibir constantemente las cantidades de oxígeno necesarias. Así, pues, los ayunadores no son tampoco una excepción de la ley universal que rige la materia viviente, la cual impone la necesidad de recibir constantemente del exterior una provisión de agua, que sostenga la corriente líquida en que se nutre la vida.

Esto nos explica por qué la sed es tan horrible y por qué un ser viviente que padezca sed beberá sin vacilar los líquidos más repugnantes, si no tiene otro medio de procurarse el agua que necesita. La privación total de agua es incompatible con la vida, y quien se ve privado de ella resiste muy pocos días en medio de atroces sufrimientos, como suele ocurrir a los náufragos, Los niños viven muy de prisa, por decirlo así, pues su naturaleza es muy activa, y, a diferencia de las personas mayores, crecen rápidamente, por lo cual necesitan gran cantidad de agua, y sufren en gran manera si no la reciben con la debida prontitud.