El poder del agua, de la luz y de la sal en el sostenimiento de nuestra vida


El cerebro del niño no puede funcionar debidamente si la sangre no le lleva la necesaria cantidad de agua, y los médicos han descubierto últimamente que cuando la naturaleza reclama agua en forma de violenta sed, en un niño o un adulto que tenga fiebre, debe obedecerse a su mandato sin tardanza.

En muchos libros no figura el agua entre los alimentos, porque no es combustible; es una sustancia que ha experimentado ya la combustión y por lo tanto no puede pasar a formar parte de la trama de nuestros tejidos. Pero como todos los tejidos vivos están constituidos por agua y embebidos en ella, y como ésta no puede quedar nunca estancada, es evidente que debemos considerar al agua como uno de los alimentos más importantes.

Otra de las cosas vitales que entran en nuestro cuerpo es la luz, no entendiendo aquí por tal tan sólo la luz visible, que hiere nuestros ojos y nuestra piel, sino todas las radiaciones invisibles, que nos llegan del Sol o de remotas regiones del Universo. Estas radiaciones tienen en sí energía y penetran en nuestros cuerpos. Sabemos por otra parte que nada se pierde en la Naturaleza. Luego, algo ocurre a tales radiaciones y no debe' olvidarse el hecho de que penetran en nuestros cuerpos como el aire, el agua o el pan. Hasta el presente los fisiólogos, es decir, los sabios dedicados al estudio del funcionamiento de nuestro cuerpo, sólo han señalado su acción en la formación de ciertas vitaminas esenciales.

El caso especial de las sales nos demuestra que una sustancia puede constituir un alimento para el cuerpo aunque no le procure energía, por no ser un alimento combustible. Ciertas sales son absolutamente necesarias para el cuerpo y, como circulan por el mismo de un modo rápido, la provisión de ellas debe renovarse constantemente. No conocemos todas las aplicaciones de las sales en el organismo; pero sí algunas de ellas. Hay sales de las que nuestro organismo no puede prescindir; aunque sólo sea una de tantas, la sal común, o cloruro de sodio, se suele añadir a nuestro alimento. Las otras clases de sales nos son suficientemente facilitadas por su presencia natural en los alimentos. Así, por ejemplo, las sales de calcio que necesitamos las obtenemos de la leche, que es muy rica en ellas. Las frutas y demás vegetales son principalmente valiosos por las sales que contienen. Cuando cocemos una col, el agua disuelve las sales y entonces con el agua arrojamos el principio más útil de cuantos la col tiene. La carne, esto es, los músculos del buey, del carnero y del cerdo, contienen también gran cantidad de sal; pero, por lo que a las sales respecta, el alimento preferible son las frutas.