La venganza deja sentir sus efectos en casa de Villefort


Habiendo Monte-Cristo adquirido la casa contigua a la de Villefort, despidió a los inquilinos y tomó algunos obreros para hacer las reparaciones y obras que creyó necesarias. Hizo derribar una buena porción de la vieja pared medianera para que le fuera más fácil, quitando las piedras que quedaban, pasar a la parte posterior de un gran armario que había en el cuarto de Valentina. Desde aquel lugar vigilaba el Conde a la joven mientras dormía, y vio a la señora de Villefort entrar silenciosamente en el cuarto y sustituir la medicina destinada a Valentina por una dosis de veneno.

Entró luego Monte-Cristo en la habitación, precisamente cuando Valentina despertaba, y antes que pudiese dar un grito, hízole señas para que callase y refirióle cuanto había visto. Después de arrojar la mitad de la poción al fuego de la chimenea, dejando el resto en el vaso, dio a Valentina una de sus famosas pastillas de hashish, que la sumergió en un profundo letargo muy parecido a la muerte. Retiróse de nuevo a su escondite para vigilar, y al poco rato pareció por segunda vez la señora de Villefort.

Segura de que Valentina había ingerido la mitad del veneno, arrojó el resto; pero Monte-Cristo conocía aquél tóxico, y habiendo llevado consigo cierta cantidad del mismo, entró en el cuarto y vertiólo en el vaso hasta la mitad.

A la mañana siguiente declaró el médico que Valentina había muerto. Halló un tóxico en el vaso; y como se halló otro igual en el laboratorio de la señora de Villefort, no quedó la menor duda acerca de su culpabilidad. Admitiólo ella todo, y confesó que su propósito había sido lograr que su hijo fuese el único heredero de la fortuna de Villefort.