Lo mismo que en la Tierra, hay mareas en otros planetas, en el Sol y algunas estrellas dobles


Hemos visto, al estudiar el sistema solar, que el Sol ocupa su centro; después vimos que los planetas se mueven en torno del Sol, y finalmente explicamos cómo sus movimientos equilibrados están regidos por la ley de la gravitación. Al estudiar el efecto gravitacional entre los diversos astros, aprendimos que en mayor o menor grado produce alteraciones en sus órbitas; son conocidos los efectos que la Luna produce sobre el eje de la Tierra, y las modificaciones que planetas antes ignorados, como Plutón y Neptuno, producen sobre los movimientos de los que están relativamente próximos.

No obstante todas esas influencias, se consideró que el sistema planetario estaba bien equilibrado, y que si bien la gravitación era el factor que regía las órbitas planetarias, no tenía apreciable influencia sobre cada astro en sí mismo. Tal cosa sólo pudo suponerse sobre la base de que cada planeta fuese un cuerpo sólido y rígido, de modo que por efecto de la gravitación se moviese en conjunto, sin desplazamiento de sus partes componentes. Pero esto no concuerda con la realidad, pues bien sabemos, por vivir en la Tierra, que nuestro planeta posee un extenso manto de agua que constituye los océanos, y además la capa gaseosa es la atmósfera. La misma corteza terrestre, que parece tan dura, en realidad tiene cierta elasticidad, como lo demuestran en forma bien evidente los temblores y los terremotos. Por otra parte, en los tiempos de su origen, la Tierra, como los demás planetas, estaba constituida por una masa fluida, semilíquida, y es claro entonces que distaba mucho de ser un cuerpo rígido, que se moviera en conjunto por los electos de la gravitación. Hemos tenido oportunidad de explicar cómo la gran atracción del Sol ejercida sobre la superficie de la Tierra que lo enfrentaba, se supone que terminó por levantar una marea tan grande que una parte del globo terrestre se separó, dando origen a la materia que integra la Luna.

Pero no sólo el Sol es capaz de elevar mareas de materias semilíquida en los demás planetas; éstos, a su vez, ejercen una acción recíproca sobre el globo incandescente del Sol, y por lo tanto deben de originar en el mismo importantes mareas. El planeta Júpiter, que si bien está muy lejos es de masa muy grande, debe de ejercer notable influencia sobre los materiales fluidos que constituyen el incandescente globo solar.

Lejos del sistema planetario existen sistemas de estrellas dobles que giran en torno de un centro común. Cuando esas estrellas incandescentes están relativamente cerca una de la otra, levantan de sus superficies mareas tan grandes que dejan de ser astros de forma esférica, para trocarse en cuerpos alargados, ovoides.