La polinización artificial


Si llevamos el polen de una planta a otra semejante y lo depositamos sobre la cima del pistilo, éste se desenvolverá, y se formarán las simientes como si no hubiésemos intervenido para nada. Esta operación es la que con tanta pericia ejecutaba Burbank. Sostenía con una mano la flor, y con un cepillito de pelo de camello tomaba el polen de las anteras de otra flor y lo ponía sobre el pistilo de la primera; esta operación daba a la flor el polen necesario y de la clase que el operador quería. Luego cubría la flor con una funda de papel, de modo que no pudiera recibir otro polen del viento c de los insectos. Cuando la semilla estaba lista, la sembraba, y el resultado eran flores que tenían algo de las que habían intervenido en la formación de la simiente. De estas flores Burbank elegía de nuevo, fecundizaba otra vez con el polen que deseaba y guardaba las simientes con idéntico cuidado. De cada siembra guardaba las que elegía, y operaba así hasta obtener el resultado apetecido.

Esa larga tarea y experimentación sólo fue posible gracias a la extraordinaria constancia do Burbank.