Clases de radiaciones y sus numerosas aplicaciones prácticas


Los cuerpos radiactivos emiten tres tipos de radiaciones, que se designan con las tres primeras letras del alfabeto griego, alfa, beta y gamma. Los rayos alfa ya son conocidos por nosotros: están formados por núcleos de helio o partículas alfa. Los rayos beta están constituidos por electrones, partículas a las cuales también conocemos como cargas de electricidad negativa. Por último, los rayos gamma no están formados por partículas, sino que son radiaciones análogas a los rayos x.

Recordemos que al comienzo nos preguntábamos de dónde podíamos sacar los proyectiles para bombardear los núcleos. Pues ahora vemos que los mismos elementos radiactivos naturales son una fuente de tales proyectiles, y en especial para la obtención de neutrones. En efecto, si delante de un emisor de rayos alfa, como lo es el polonio, colocamos berilio, este último se transforma en carbono, emitiendo neutrones. De esta manera hemos obtenido ya una fuente de neutrones.

Hay relojes cuyas agujas y números son luminosos, por lo cual pueden ser vistos en la oscuridad de la noche; todos los conocemos, pero, ¿sabemos por qué emiten luz? Tales relojes tienen sus numeres pintados con pinturas especiales. Estas pinturas, que tienen muchas aplicaciones, están hechas con sulfuro de cinc, al cual se agrega una pequeñísima cantidad de radio que, como sabemos, es radiactivo. Cuando los átomos del sulfuro de cinc son golpeados por los rayos que emite el radio, irradian una suave luz verde. Esto se conoce con el nombre de fosforescencia. La fosforescencia es otro de los fenómenos que puede ser producido por la radiactividad. Además del sulfuro de cinc, se conocen otras sustancias que poseen esta propiedad: los sulfuros de calcio, de boro, de estroncio, entre otros.

El número de aplicaciones de los elementos radiactivos crece día a día, especialmente por el hecho de que hacen las veces de átomos marcados, pues debido a las radiaciones que emiten es posible seguir paso a paso su recorrido. En medicina, si se hace ingerir a una persona una pequeñísima cantidad de un elemento radiactivo, se podrá seguir el recorrido de éste a través de todo el organismo, y recibir en un instrumento especial las radiaciones que él emite. Algo similar puede realizarse en agricultura para determinar los minerales que absorbe una planta en su alimentación. Y como éstas, infinidad de aplicaciones más.

Pero así como son beneficiosos, son también terriblemente peligrosos, pues las intensas radiaciones emitidas, al bombardear nuestros tejidos, los destruyen. Por tal razón, el manipuleo de estos elementos requiere extremadas precauciones, por lo cual han de utilizarse guantes y pinzas especiales. Al radio, por ejemplo, es necesario encerrarlo en cajas que tengan gruesas paredes de plomo, las cuales absorben la acción destructiva de las radiaciones. Y si llegásemos a ingerir tan sólo una centésima de miligramo de radio, nuestra muerte sería inevitable, pues aquél se depositaría en los huesos y desde allí bombardearía constantemente nuestro organismo hasta destruirlo.