PENETRANDO EN LOS DOMINIOS DEL NÚCLEO ATÓMICO


Hay muchas frutas que, romo el durazno, poseen en su centro un carozo o hueso muy duro, rodeado por una pulpa comestible. No sólo nos deleitamos con el sabor de ellas. sino que aprovechamos sus propiedades nutritivas, que son sumamente valiosas. Las semillas de todas estas frutas están tan protegidas, que permanecen inalterables frente a las irregularidades del clima. No sucede lo mismo, en cambio, con la pulpa, la cual resulta modificada con mucha facilidad por efectos del calor, las heladas, el granizo, etc.

Los átomos guardan cierta semejanza con las frutas, pues, como sabemos, se hallan formados por un núcleo central muy pesado, rodeado por una nube de electrones que giran a enormes velocidades. Estas capas electrónicas externas, como la pulpa, también pueden ser modificadas con relativa facilidad por medio del calor, por choques o por la absorción de determinadas radiaciones. Y es precisamente a los electrones de las canas más externas -a los cuales se puede extraer con más facilidad- que se deben las propiedades químicas de los elementos. El núcleo atómico permanece, en cambio, muy bien protegido, y es sumamente difícil modificarlo. Para lograr tal fin, los físicos han tenido que idear procedimientos especiales y construir máquinas enormes. Estas máquinas, llamadas ciclotrones, betatrones, sincrociclotrones, etc., producen haces de partículas que salen a grandes velocidades, las cuales, dirigidas sobre los átomos, logran penetrar hasta el núcleo, como si fueran verdaderos proyectiles.