La piedra angular de la química orgánica y de la vida misma


Todos los compuestos orgánicos, a pesar de su extraordinario número, están formados por muy pocos elementos químicos, a los que se denomina organógenos. En efecto, aparte del carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno, que son los elementos organógenos por excelencia, se pueden citar, además, el azufre, el fósforo y los halógenos cloro, bromo y yodo. Como puede apreciarse, el número de elementos organógenos es limitadísimo, y cuando aparece en un compuesto orgánico un elemento que no sea alguno de los reseñados, su presencia es accidental y en ningún caso desempeña un papel fundamental ni imprescindible en la. molécula.

El carbono, por el contrario, figura en todos los compuestos orgánicos, y debe ser considerado como la verdadera piedra angular de toda la Química Orgánica y por tanto de la materia viva.

En efecto, el carbono, debido a su tetravalencia, o sea su capacidad para efectuar cuatro enlaces; a la facultad que tiene de unirse con un elemento de carácter metálico (o positivo) como el hidrógeno, por un lado, y con elementos no metálicos (o negativos) como el oxígeno por otro, y debido, sobre todo, a la propiedad que presentan sus átomos de unirse entre ellos formando cadenas y anillos, es de tal importancia en los compuestos orgánicos que la Química Orgánica se conoce también con el nombre de Química del Carbono.

Dejando a un lado la enorme importancia de los compuestos del carbono en cuanto se refiere al desarrollo de la vida, veremos que su regularidad en el modo de formarse los hace especialmente interesantes. Diríase que todos ellos están formados a semejanza de cierto número de modelos simples, que son punto de partida de largas series de compuestos derivados.