Cómo se derribó la gran barrera que separaba los compuestos inorgánicos de los orgánicos


Hasta principios del siglo xix, concretamente hasta 1829, los hombres de ciencia creían que existía una barrera infranqueable entre los compuestos inorgánicos y los orgánicos. Estos científicos opinaban que los compuestos orgánicos se formaban mediante el concurso de una misteriosa fuerza vital cuyo secreto no podrían nunca desentrañar. Así estaban las cosas cuando Federico Wohler, un químico alemán cuyo nombre había de figurar para siempre en la historia de la ciencia, anunció al mundo que había transformado, por simple calentamiento, un compuesto inorgánico denominado cianato amónico en una sustancia orgánica conocida con el nombre de urea, que se forma en el interior de los organismos animales. Ambos compuestos, el cianato amónico y la urea están formados por los mismos elementos químicos, pero combinados de distinto modo. En efecto, la fórmula molecular de ambos es N3H4CO, pero difieren en sus fórmulas desarrolladas o sea en aquellas que, además de indicarnos, como las moleculares, los elementos químicos y el número de átomos de cada uno que integran la molécula, señalan también la forma en que estos átomos aparecen unidos. Estos cuerpos que presentan la misma fórmula molecular, pero diferente fórmula desarrollada, reciben el nombre de isómeros y se encuentran en gran número en la Química Orgánica.

A partir del descubrimiento de este gran “pionero” de la Química Orgánica, muchos químicos en todos los países del mundo se han consagrado al estudio de esta importantísima rama de la Química, y el número de compuestos orgánicos descubiertos ha sobrepasado el increíble número de 300.000 entidades diferentes.