Miguel Angel, preclaro genio del renacimiento


Hemos tenido oportunidad de referirnos en otro lugar a la rivalidad entre Miguel Ángel y Leonardo, que se puso de manifiesto una vez más en Roma.

Miguel Ángel fue uno de los mejores escultores que jamás existieron, magnífico pintor y eminente poeta.

Nació en Caprese, el 6 de marzo de 1475 y murió en Roma, el 18 de febrero de 1564. Su padre, perteneciente a una familia acomodada, estimó ñoco conveniente que su hijo se dedicara al arte; pero éste, desobedeciéndolo, siguió su propia vocación e ingresó como aprendiz en el taller de un pintor; sus adelantos fueron tan grandes que a los catorce años podía ya corregir los trabajos de su propio maestro. Mucho tiempo después, mirando algunas de las obras que había realizado en su adolescencia, exclamó: “¡Ah...! ¡entonces pintaba mucho mejor que ahora...!” Aunque siempre fue respetado, no faltaron en su vida contratiempos. Cuando joven, cierto día se peleó en el taller de su maestro con otro aprendiz que le tenía mucha envidia, quien en su furia lo golpeó con tan mala suerte, que le rompió la nariz, con lo que le desfiguró la cara para siempre.

Al cumplir treinta años de edad su fama se había extendido por toda Italia, siendo llamado entonces a Roma por el papa Julio II para trabajar en el gran mausoleo que éste había mandado construir para que lo enterraran cuando muriera. Miguel Ángel dedicó a esta obra gran parte de su existencia. Llevaba ya dos años proyectándola cuando el Papa le encargó la decoración de la Capilla Sixtina, cuyo techo abovedado tiene 46 metros de largo por 15 de ancho.