Artistas que actuaron en Roma y dejaron luminosas huellas


Cuando Roma escuchó, después de las persecuciones de los primeros siglos, el mensaje de confraternidad que trajo el Cristianismo, su legislación, sus ideas y su arte se humanizaron; el lábaro de la Cruz y el monograma de Cristo ocuparon entonces el lugar de los estandartes paganos, transformándose en la capital del mundo cristiano.

Tratemos de recordar algunos de los principales artistas que contribuyeron al embellecimiento de Roma; muchos de ellos iniciaron su carrera en otras ciudades: Florencia, Pisa o Venecia; su fama despertó el interés de los papas, quienes los contrataron para que trabajaran en Roma dentro de su especialidad.

Entre los más antiguos hallamos un viejo conocido nuestro, Fra Angélico, notable no sólo por los cuadros llenos de unción, que pintó, sino porque comunicó su propio entusiasmo a otros artistas, quienes, gracias a ello, llegaron a ser grandes realizadores.

Otro fue Gentile da Fabriano, que nació en 1348, en Fabriano, villa de donde deriva su nombre. Tenía cuarenta años más que Fra Angélico, y sin embargo fue su discípulo, aunque antes había tomado lecciones con Allegretto de Nunzia. La mayoría de sus obras y las mejores fueron pintadas para Florencia y Venecia; esta última ciudad, en agradecimiento, lo pensionó y le dio un título de nobleza. Fabriano llegó a Roma siendo ya un hombre entrado en años. El papa Martín V lo contrató para que trabajara en la decoración de la iglesia de San Juan de Letrán. Sus pinturas reflejan la alegría de que siempre rebosaba su espíritu.

Entre los famosos artistas florentinos que aparecen en Roma figuran Filippo Lippi y su hijo Filippino, quien heredó el genio del padre y adquirió merecida fama.

Sandro Botticelli trabajó también en Roma mientras se perfeccionaba en escultura, como se ha visto en otro lugar de esta obra, y aunque se ausentó por un tiempo, volvió de nuevo a dicha ciudad, donde pasó gran parte de su vida pintando tres hermosos frescos para la Capilla Sixtina.

Nos aproximamos de este modo a la época de los artistas maravillosos, los gigantes de la pintura y la escultura. Cabe nombrar en primer término a Donato Bramante, quien nació en Urbino en 1444 y murió en 1514 en Milán, donde aprendió geometría y perspectiva, ciencias poco apreciadas por entonces. La labor de Bramante tiene gran significación por el interés que se tomó para extender el estudio de dichas ciencias, pues al hacerlo así, introdujo mayor exactitud y verdad en sus obras. Fue uno de los mejores pintores de su tiempo, pero dejó los pinceles por el lápiz y el compás de arquitecto. Llamado a Roma por Alejandro VI, en tiempos de Julio II trazó grandes galerías para el Vaticano, y echó los cimientos de la Basílica de San Pedro. Su idea primitiva era levantarla en forma de cruz griega, con una gigantesca cúpula en el centro, pero murió cuando sólo habían comenzado los trabajos.