Predominio de las nuevas escuelas italianas


La influencia de las principales figuras de la escuela neerlandesa se extendió por Francia, Alemania e Italia, donde fundaron nuevas escuelas.

Durante los siglos xvi y xvii Italia tomó la dirección de las actividades musicales; sus centros principales fueron Florencia, cuna del Renacimiento, y Roma y Venecia, que con sus madrigalistas lograron renombre universal.

Los polifonistas empezaron a excederse en la concepción y estructura de sus obras, hasta que la situación se hizo insostenible cuando ciertas melodías que se entonaban por la mañana con textos piadosos en el interior de templos y conventos, comenzaron a escucharse, por la noche, en plazas y salones, con textos profanos para exaltar la belleza de la mujer amada o las hazañas de los valerosos soldados.

La Iglesia, que acababa de sufrir el sacudón de la reforma protestante de las iglesias nacionales, tomó carta en el asunto para poner una valla a tales excesos. En 1564 el papa Pío IV designó una comisión de cardenales y músicos para que buscara un compositor que escribiera una misa en estilo gregoriano o sobre motivos originales pero severos, que sirviera de modelo. La elección recayó en Juan Pierluigi da Palestrina (1525-1594), quien compuso una Misa con la que se consagró como el compositor más importante de la Iglesia católica. Junto con él, Orlando de Lasso, de la escuela flamenca (1532-1594), y Tomás de Victoria, fundador de la escuela española (1540-1613), formaron un terceto del que la música sacra se enorgullece por la profunda inspiración mística que lo anima.

La escuela de Palestrina y la de Victoria cultivaron también el motete, breve composición polifónica sobre texto sagrado que tuvo como principales representantes a Jacobo Carissimi, Claudio Monteverdi y Juan Legrenzi.

Junto al motete se desarrolló el madrigal, o motete profano aplicado a textos galantes escritos en lengua popular. Los compositores flamencos lo llevaron a Italia, donde alcanzó gran desarrollo y amplia difusión, contando con figuras tan destacadas como Palestrina, Monteverdi y Alejandro Scarlatti, considerado como el último de los madrigalistas.

Del madrigal derivó la canción madrigalesca, género popular que se cantaba generalmente con acompañamiento instrumental.