La música instrumental evoluciona a través de los siglos


Durante toda la Alta Edad Media el acompañamiento instrumental había tenido un valor secundario, pero a medida que se perfeccionaron los viejos instrumentos o aparecieron otros nuevos, el prestigio de los instrumentistas fue acrecentándose cada vez más. En el siglo xiv sus servicios eran solicitados ya por los señores, y algunos burgos alemanes hasta tuvieron a sueldo pequeñas bandas municipales integradas, generalmente, por instrumentos de viento. Los de cuerda comenzaron a difundirse durante el siglo siguiente; en esa época se empezó a escribir también música para instrumentos solos, como el laúd, que en España fue reemplazado por la vihuela -de procedencia árabe-, precursora de la guitarra moderna; con todo, el verdadero prestigio de la música instrumental propiamente dicha no fue alcanzado sino entre los siglos xvii y xviii.

Hasta el siglo xv los instrumentistas no se asociaban nunca para la ejecución, pues no hubo hasta entonces nada que se pareciera a los conciertos actuales. Cada instrumentista ejecutaba su solo o se limitaba a acompañar las canciones que entonaban trovadores y troveros.

Los instrumentistas participaban también, aisladamente, en los autos sacramentales de la Iglesia, tal como se deduce del argumento de los textos religiosos, pero donde se destacaron más fue en las fiestas populares de mayo, año nuevo y carnaval, en cuyo desarrollo alternaban la música y la danza con los juegos de acrobacia y de prestidigitación. No obstante el carácter vulgar y profano de estos juegos, la Iglesia no los condenó, aunque trató de evitar sus excesos.

La aparición de nuevos instrumentos y el perfeccionamiento de los viejos, que adquirieron la forma actual definitiva, unidos al adelanto de la armonía y el contrapunto, favorecieron enormemente a la música instrumental, que, como se ha dicho, alcanzó su mayoría de edad durante los siglos xvii y xviii, en que comenzaron a escribirse obras instrumentales inspiradas en los ritmos de los bailes de cada país, entre los que cabe recordar la courante, la gavota y el minué, de origen francés; el rigodón, oriundo de Provenza; la alemanda, de procedencia germánica; la giga, propia de los ingleses, y la pavana y la gallarda, de los españoles.

Durante estos dos siglos el piano y el violín, como veremos en otro capítulo, alcanzaron su máximo desarrollo tanto desde el punto de vista técnico de la fabricación como desde el punto de vista artístico del surgimiento de compositores y virtuosos que le dieron fama mundial.