Nuevo impulso de la música profana y aparición del Cay Saber


La música profana terminó por separarse de la sacra o religiosa, identificándose con el espíritu caballeresco de la época, forjado en las cruzadas que se organizaron para reconquistar el Santo Sepulcro. Poco a poco, señores y reyes quisieron tener en sus respectivas cortes, y con carácter permanente, trovadores y troveros, por lo cual aquéllas se convirtieron en la base de centros artísticos donde se cultivaba el arte trovadoresco, que recibió el nombre provenzal de gay saber. De esta manera, al lado de torneos y justas caballerescos, consistentes en duelos singulares o colectivos en los que los combatientes desplegaban toda su destreza y habilidad física ante las tribunas colmadas de público, se organizaron en Tolosa, a partir de 1323, torneos literarios en los que los autores de las mejores poesías eran premiados con flores naturales por una de las damas concurrentes, previamente proclamada reina de estos juegos, llamados florales. En dichos certámenes el tema obligado era el amor, la belleza y el honor. Así nacieron las llamadas cortes de amor, en las que los trovadores entonaban canciones como el rondó y el lai, especie de elegía amorosa destinada a ser interpretada musicalmente y que más tarde se identificó con el lied de los alemanes.

El instrumento preferido inicial-mente fue el arpa, luego reemplazada por el laúd y éste por la viola, precursora del violín moderno.

Los músicos-poetas formaron en Francia y Alemania verdaderas sociedades, gremios o cofradías, que se llamaron menestralías. Con el tiempo los trovadores de tradición latina se separaron de los de tradición germánica o minnesinger, quienes desarrollaron un estilo propio y alcanzaron gran fama hasta el siglo xiv, en el que comenzó su decadencia al ser absorbidos por la burguesía alemana, que los asimiló a los distintos gremios. Cada gremio quiso tener su escuela propia de canto, que se debía ajustar a reglas especiales impuestas por los denominados minnesinger o maestros cantores. La música profana, que había alcanzado gran difusión en Francia y Alemania, se expandió por toda Europa, encontrando entusiasta acogida sobre todo en Italia y España, donde se impregnó de un nuevo carácter.