Los aztecas, cuya civilización es digna de admirarse


Los aztecas, cuyo nombre en lengua nahuatle significa “garza”, se establecieron en Iztacalco hacia 1300. El 12 de marzo de 1519 desembarcó Hernán Cortés en México. En esos dos siglos los aztecas tuvieron doce jefes y llegaron al nivel más alto de civilización que se dio en América, nivel alcanzado también por los mayas y los incas.

Cuando llegaron los españoles, el centro religioso de Tenochtitlán estaba intacto. Las descripciones consignan un conjunto de setenta y tres edificios, templos para los dioses mayores y menores, residencias para los sacerdotes y para los que se preparaban a serlo. El culto de los aztecas se dirigía a innumerables dioses, entre los cuales Quetzalcóatl, divinidad suprema de Chololán, era el inventor de todas las artes. Éstas fueron practicadas como ofrenda a la divinidad; los artesanos poseían dentro de la sociedad ciertos privilegios que se traducían en una independencia económica. Los plateros, especialmente, eran honrados porque trataban con habilidad el oro y la plata, símbolos de la divinidad.

Era la de los aztecas una civilización urbana en la que cada ciudad, además, estaba dividida en barrios que correspondían a las corporaciones de oficios (plateros, tallistas, ebanistas, titiriteros, etc.). El monarca, de remoto origen divino; los sacerdotes, los soldados, los médicos-hechiceros, los constructores, los campesinos, etcétera, eran representantes de otras tantas capas sociales que no se pueden considerar, sin embargo, relacionadas entre sí con criterio europeo.

Ciertos conceptos de libertad, democracia, esclavitud, etc., aplicados a esta sociedad azteca no se adecuan exactamente a su realidad. Y así sucede con el arte. Aunque hoy es ya muy conocido, se admite que guarda todavía muchos secretos para quien lo juzga con el criterio que impera en la civilización europea.

Los aztecas han dejado una escritura compuesta de elementos puramente figurativos e ideográficos, de fonetismo imperfecto, realizada en grandes tiras de piel de venado aprestada o en una especie de fieltro delgado hecho con hilazas de pita americana. Dichas tiras, pintadas en ambos lados y divididas en rectángulos, interesan para el estudio de la cronología, astronomía y religión de los antiguos mexicanos. Esta escritura nos inicia en el conocimiento de la pintura azteca. La representación de signos, por muy realista que sea en la idea, resulta muy estilizada en la ejecución Los mexicanos se servían mucho de la pintura: pintaban la piedra, se pintaban el cuerpo, los jefes enviaban a los pintores con misiones de reconocimiento como hoy se mandarían fotógrafos; así, a la llegada de Hernán Cortés, entre los aztecas que fueron a conocerlo de parte de Moctezuma II había varios pintores que reprodujeron los rasgos de los hombres blancos, su vestimenta y sus enseres, para informar al monarca. Inútil decir que de las pinturas murales y aun de las paredes que ocupaban, no ha quedado casi nada. Sin embargo, en colecciones europeas se conservan algunos manuscritos ilustrados, y en los archivos de México existen testimonios todavía inéditos.