Revolución del 25 de mayo y el rompimiento entre Buenos Aires y Montevideo


Adueñados los franceses de Andalucía y ocupada por ellos Sevilla, asiento de la Junta Suprema de Gobierno, hubo ésta de trasladarse a Cádiz, último refugio de la independencia española. Al llegar al Río de la Plata el conocimiento de tan graves sucesos, el virrey Cisneros lanzó una proclama en que los publicaba, pidiendo al pueblo que mantuviese su fidelidad a aquella corporación, y, en ella, a la metrópoli; pero la impresión popular en Buenos Aires fue que ya no existía realmente autoridad española en el territorio de España, y que era llegada la ocasión de que el pueblo americano obrara por sus propias decisiones ante la situación imperante en la península.

El 22 de mayo de 1810, los vecinos de Buenos Aires, en cabildo abierto, declaran que había cesado la autoridad del virrey y que debería constituirse en su reemplazo una Junta de Gobierno compuesta provisionalmente, mientras no se procediese a elección por el pueblo, de cuatro miembros que designaría el Cabildo. Esta última corporación, al hacer el nombramiento de miembros de la Junta, cede a influencias de los españoles y nombra presidente de ella al virrey que acaba de ser depuesto, lo que significa una manera indirecta de restituirlo en el mando. Apenas esta resolución se hace pública, cunde el descontento popular. En la mañana del 25, congregado el pueblo de Buenos Aires en la Plaza de la Victoria, exige del Cabildo la renuncia o deposición del virrey y el nombramiento, para componer la Junta, de nueve vecinos, cuyos nombres indica y proclama. Comprendiendo el Cabildo la imposibilidad de resistir, se doblega a la voluntad del pueblo; otorga su voto a los candidatos populares, y la Junta de Gobierno queda constituida. Tal fue el 25 de mayo del año 1810.

A fin de extender su autoridad sobre Montevideo, la Junta constituida en Buenos Aires envió de comisionado a don Martín Galáin, quien halló bien dispuesta la voluntad del Cabildo para reconocer el Gobierno revolucionario. Pero cuando se estaba por dar forma a esta adhesión, llegó de España la nueva de haberse establecido en Cádiz un Supremo Consejo de Regencia, que gobernaría el reino en nombre de Fernando VII. Esto persuadió los ánimos a mantener la fidelidad a la metrópoli. Se juró, pues, obediencia a aquel Consejo, y quedó roto todo vinculo entre las autoridades de Montevideo y el gobierno de Buenos Aires.