Propiedades físicas y químicas de los gases


Son los gases fluidos expansibles que carecen de forma y volumen propios. Los hay de muchas clases, con propiedades y aplicaciones diferentes; unos son inflamables y otros no. En este capítulo vamos a ocuparnos de algunos gases combustibles que estamos acostumbrados a usar en nuestra vida diaria y que tantos beneficios nos prestan.

En principio, podemos establecer que los gases combustibles pueden ser naturales, cuando proceden del subsuelo, o artificiales, cuando son fabricados por el hombre. Mientras que los gases artificiales son un producto de reciente data, los gases naturales, resultado de procesos químicos que han venido desarrollándose durante millones de años, son conocidos por el hombre desde remotas épocas.

El gas natural procede de las transformaciones químicas operadas en los restos de animales, mezclados con residuos vegetales. Almacenado en el subsuelo, en rocas porosas que yacen a gran profundidad, en algunos lugares ha quedado encerrado, mientras que en otros sale a la superficie, desde hace milenios, a través de las aberturas o grietas naturales que presenta la corteza terrestre.

Los primeros hombres de quienes se sabe que se interesaron por él fueron los chinos. Los antiguos griegos, los hindúes y los japoneses lo describieron, muchos siglos antes de la Era cristiana, como un fenómeno maravilloso. Mientras éstos y otros pueblos antiguos lo adoraban como fuego sagrado, manifestación de un poder divino, los chinos le dieron aplicación práctica. En efecto, hace varios miles de años que lo llevaban, por medio de cañerías de bambú, desde los pozos hasta la playa del mar, donde aprovechaban el calor producido por su combustión para evaporar agua de mar y obtener de esa forma sal común.

Abandonada esta práctica, el uso del gas natural quedó olvidado y, por largos siglos, continuó siendo una cosa maravillosa pero inútil, hasta que, en 1821, cuando el gas artificial era ya de uso corriente, un armero estadounidense, William A. Hart, perforó un pozo en Fredonia, Nueva York, y llevando el gas por cañerías a las casas y almacenes próximos, lo empleó para iluminación, lo que puso de manifiesto sus grandes posibilidades. Desde entonces, su uso se ha extendido, y hoy en muchos países se utiliza más que el gas artificial.