Almacenamiento y distribución del gas: gasómetros y gasoductos


El gas, perfectamente puro y desprovisto de sustancias nocivas y materiales en suspensión, pasa por los contadores de fabricación, que dan exactamente los metros cúbicos de fluido que va produciendo la fábrica, y entra en los gasómetros donde se almacena y comprime, y de los cuales va saliendo de acuerdo con las necesidades del consumo.

Los gasómetros, en los que generalmente se efectúa el cierre por medio de agua, son gigantescos cilindros de acero, cerrados por arriba y abiertos por el fondo, que flotan sobre tanques de agua. Dos tuberías penetran en el interior del cilindro, a través del agua, una para la entrada del gas y otra para su distribución. La altura del gasómetro depende de la cantidad de gas que contenga. Hay otro tipo de gasómetros que no flotan en el agua; el gas penetra en ellos por una abertura próxima al fondo. Un pistón de acero de cierre hermético “flota” sobre el gas contenido en el gasómetro y mantiene la presión necesaria para darle salida. Un manómetro exterior, conectado con el pistón, da a conocer exactamente la presión y la cantidad de gas almacenado.

El gas combustible, cualquiera sea su origen, llega hasta el consumidor por medio de una red de tuberías, gasoductos, extendida por el subsuelo de las ciudades, que se va haciendo más y más delgada a medida que se aleja de los almacenes. Pequeñas cañerías conducen el gas desde las tuberías hasta las casas, donde se instala un contador para saber el consumo.