Una industria interesante: la imitación de las piedras preciosas


Puesto que hoy se conocen los elementos químicos que integran las piedras verdaderas, se ha intentado producir algunas de ellas, con todos sus caracteres e idéntica composición, y en algunos casos se ha logrado tal éxito que sólo los peritos pueden notar la diferencia. De esta forma han sido fabricados excelentes rubíes. También se han obtenido diamantes, mediante un procedimiento que inventó el químico francés Moissan, pero tan pequeños, que resultan más caros que los naturales.

Existen gemas de imitación compuestas por dos o tres partes. Algunas, por ejemplo, están formadas por una delgada capa de piedra verdadera, unida por medio de cemento transparente a la base, que es de vidrio coloreado. Hay en el comercio zafiros que tienen esa estructura. La parte superior, que es un trozo de piedra verdadera, resiste al ensayo de dureza, pero la inferior, que está hecha de vidrio, no soporta dicha prueba. Cuando las piedras de imitación están formadas por tres partes, tienen en la fracción superior y en la inferior capas delgadas de piedras naturales, y entre ellas vidrio del mismo color de la gema que se pretende imitar. El vidrio está por lo general oculto por el engaste. Esta imitación se puede descubrir desmontando la piedra e introduciéndola en agua, aceite o alcohol hirvientes; enseguida la piedra se divide en las partes que la componen.

Aunque no son piedras preciosas, se acostumbra incluir a las perlas entre las más valiosas gemas; ello motiva su falsificación. Las perlas falsas suelen estar hechas con pequeñas cuentas huecas de vidrio, rellenas de una pasta llamada esencia de Oriente, extraída de las escamas de cierto pez. Otras, en cambio, están constituidas por esferas macizas de vidrio, revestidas de un barniz especial, y pueden ser muy bellas, aunque no resistan la comparación con las perlas legítimas.