Las grasas y los betunes fueron utilizados para la iluminación


Cuando el hombro se habituó a las comodidades que suministra el fuego, secando, calentando y cociendo los alimentos y procurándole luz y calor, echó de ver que la resina o goma procedente de ciertos árboles da más incremento a la llama y prolonga su duración. Entonces aprendió a derretir estas resinas, y sumergiendo en ellas palos secos, los convirtió en hachas que sirvieron para iluminar sus casas. Este sistema de alumbrado ha sido usado casi hasta nuestros tiempos, y todavía hay en Europa muchas casas antiguas, cuyos muros conservan ciertas anillas destinadas a sostener las antorchas.

En la más remota antigüedad el hombre se alumbraba con grasas, betunes o materiales semejantes contenidos en recipientes de barro. Más tarde se utilizaron braseros montados sobre trípodes, con antorchas o lámparas de aceite que, al parecer, se debían a los fenicios. Estos sistemas de alumbrado se conservaron durante las edades Media y Moderna, sin sufrir grandes modificaciones hasta el año 1767, en que Argend inventó la lámpara de doble corriente de aire que, explotada por Quinquet, alcanzó gran popularidad. Esta lámpara, a la que se llamó quinqué, proporcionó durante muchísimos años luz a los hogares de todo el mundo.

A principios del siglo xix, aún no se conocía el alumbrado de gas para las calles; y la gente que salía de casa, en noches oscuras, necesitaba llevar hachas o linternas.

Napoleón no llegó a ver la luz de gas. En su tiempo, la mejor luz era la de bujías, que alternaba con la de las lámparas o candiles de aceite. Así pues, cuando leamos esas descripciones que nos pintan los pasados esplendores y maravillas de los palacios orientales, la riqueza de los antiguos señores, el fasto de los palacios de los condes y barones, no estará de más imaginar que aquellas salas forzosamente habían de presentar un aspecto menos suntuoso que actualmente en cuanto a iluminación, a pesar de que se usara profusión de lámparas, candiles y antorchas.

Y, no obstante, el gas ya existía entonces, como existía también la electricidad, pero nadie había descubierto aún el modo de utilizarlos.