Final de una etapa: principales artistas, directores y productores


En Estados Unidos de América, por el año 1920, Rex Ingram realiza Los cuatro jinetes del Apocalipsis, que lanza a Rodolfo Valentino, y El prisionero de Zenda, que revela a Ramón Novarro.

Entre los años 1923 y 1925 triunfan los actores Charles Ray, Wallace Reid, Paulino Frederick, Norma Talmadge, Gloria Swanson, Pola Negri, John Barrymore, Lon Chaney, George Bancroft, Janet Gaynor, Adolphe Menjou, Norma Shearer... Erich von Stroheim, realizador genial, asombra al mundo con Avaricia. Hollywood empieza a abrir sus puertas a los europeos. Lubitsch dirige allí a Mary Pickford y rueda Los peligros del flirt, punto de partida de la comedia estadounidense, y otros filmes admirables como E¡ abanico de lady Windermere, La locura del charlestón, La frivolidad de una dama... Aparecen nombres nuevos que no tardarán mucho tiempo en hacerse célebres, como King Vidor, que logra un éxito fulminante con El gran desfile, película que lanza a la fama a John Gilbert. En El mundo en marcha, película extraordinaria, este cineasta se revela como un maestro consumado en el arte de describir con un verismo escalofriante toda la poesía de la vida cotidiana en sus aspectos más triviales. El veterano Fred Niblo colma los deseos del gran público con la reconstrucción romana Ben-Hur, con Ramón Novarro, que conserva en los anales del cine el prestigio de un éxito extraordinario. Comienzan a sonar los nombres de directores de talla: Clarence Brown, William A. Wellman, Lewis Milestone, Frank Borzage, Howard Hawks, Van Dyke. .. Los alemanes se imponen en Hollywood: Paul Leni (El legado tenebroso). Erich Pommer, que supervisa algunos filmes de la Paramount, y Murnau, que nos ofrece Amanecer, un filme muy considerable, de líneas sencillas y emotivas. Los suecos de Hollywood no se quedan atrás: Sjóstróm, convertido en Víctor Seastrom, realiza La mujer marcada y dirige a Greta Garbo en Lo mujer divina. Mauritz Stiller pone en imágenes La calle del pecado y Hotel Imperial. La ley del hampa, de Sternberg, populariza el nombre de este realizador.

En Alemania La calle sin alegría, con Asta Nielsen y Greta Garbo, sitúa a Pabst entre los mejores directores europeos, y Murnau, con El último, afirma su excepcional talento. En 1922 Lupu-Pick rueda El raíl, obra reciamente dramática. Y Dupont filma Varíete, obra capital del cine mudo, donde triunfaba Emil Jannings en el papel de Boss. En esa época gloriosa de la producción alemana, aparecen artistas de gran clase. Werner Krauss fue durante años la personificación del cine teutón, violento y turbio. Caligari reveló a Conrad Veidt, intérprete ideal de los tipos trágicos y atormentados. Entre estos artistas, recordamos a Asta Nielsen, Henry Porten, Lil Dagover, Lya de Putti, la impasible Brigitte Helm, heroína de Metrópolis...

Ya hemos hablado de los principales directores franceses. En lo que atañe a España, sólo se atisba alguna inquietud en los realizadores Florián Rey, Benito Perojo y Fernández Ardavín. Del primero son La hermana San Sulpicio y La aldea maldita, que insinúan lo que pudiera ser un cine auténticamente español. Y Perojo, con Malvaloca, Para toda la vida, y Boy, demuestra hallarse en posesión de un oficio más sólido que el de otros directores españoles de aquella época.