El cinematógrafo italiano y el de los países sudamericanos


Hay que considerar digno de especial atención ese gran cine, experimental, novísimo, que creó Italia en su posguerra. Un cine sencillo, natural, de lenguaje sobrio, de expresión realista, que sobre huir de asuntos manidos y cargados de lugares comunes, tiene una visión exacta de la vida, tal y como es, en su simplicidad y en su verdad, por algunos de sus infinitos ángulos y perspectivas, y nos da una versión de un aspecto de la vida con personajes de carne y hueso, que piensan, sienten y hacen lo que nosotros pudiéramos pensar, decir o hacer.

A la nueva escuela italiana pertenecen obras tan logradas como Roma, ciudad abierta y Paisa, de Roberto Rosellini; Lustrabotas, de Vittorio de Sica; La vida vuelve a empezar, de Mario Mattoli; Un americano de vacaciones, de Luigi Zampa, y Montecassino, un episodio de la guerra en toda su grandeza, su crueldad y su valentía.

Esta etapa del cine italiano nos ha ofrecido asimismo tres auténticas obras maestras: Vivir en paz, de Luigi Zampa; Ladrón de bicicletas, de Vittorio de Sica, y Una hora en su vida (Prima communione), de A. Blasetti. En esta última película, así como en Vivir en paz, llevó a cabo una labor magistral el maravilloso actor Aldo Fabrizi, una de las revelaciones del cine italiano.

El cine mexicano tiene una marcada predilección por los argumentos en los que se recalca con exceso lo folletinesco y lo melodramático. Sin embargo, cuando los realizadores y productores aztecas se apartan del género sensiblero para enfrentarse con la raíz viva y eterna que tiene su pueblo, para calar hondo en la viva entraña de la raza, logran auténticas maravillas. María Candelaria, Flor silvestre y Enamorada no nos dejarán mentir. Esas películas, filmadas por el Indio Emilio Fernández, han conocido en concursos internacionales el éxito que merecen. Es que, además de su indiscutible reciedumbre humana, en las citadas y en otras de Emilio Fernández (Maclovia, La perla, Pueblerina) el paisaje alcanza su máxima expresión fotogénica. Este director, dotado de una certera intuición de 'a imagen, logra, siempre en colaboración con el maestro de operadores Gabriel Figueroa, secuencias de la campiña mexicana que tienen la violencia directa de un documental transmutado en obra bella.

Entre los actores mexicanos cabe señalar a Pedro Armendáriz, Dolores del Río, y María Félix, intérpretes de muchas de las obras de Fernández; Jorge Negrete, popular cantante que explotó un pintoresquismo de exportación, y el cómico Mario Moreno (Cantinflas), considerado en la América hispana como émulo de Chaplin.

El cine de los restantes países sudamericanos, excepción tal vez de la Argentina, está aún poco desarrollado. En el citado país se han producido algunas películas que merecieron la crítica elogiosa y el aplauso de comentaristas de todo el mundo. Tal ha sucedido con La guerra gaucha, Dios se lo pague. Las aguas bajan turbias, La casa del ángel y Shunko.

En Brasil se han hecho varias películas que muestran aspectos y leyendas propios de esa gran nación. En 1950, el director italiano Cavalcanti fue al Brasil, donde creó una compañía cinematográfica.

En cuanto al cine español, diremos que ha producido obras cinematográficas que conquistaron la aprobación del público de todo el mundo y en especial de los países latinos. Ejemplo de lo que afirmamos son películas como Violetas imperiales, Locura de amor, Historias de la radio. Marcelino, pan y vino. La muerte de un ciclista, Calle Mayor y Viridiana.